Julia Cevallos on 28 Nov 2000 11:05:43 -0000 |
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[nettime-lat] Nuevo capítulo de Serenata - Especial para El Expreso |
Me cago en la creación y en todas sus creaturas, lloren los probos y regocíjense los disolutos; Chalí, la hermosa y noble Chalí, es una víctima más de la peste negra del siglo. Que no me vengan con mamadas de gallo como ‘la lógica de la existencia’, con sandeces como ‘la muerte es algo natural’. No. Lo sublime y lo magnánimo no deben morir jamás. "Que se mueran los feos", como dice la canción; que se mueran los contrahechos de espíritu, que se mueran los mediocres, pero que la hermosura y el talento sean inmortales. Quiero que la primavera sea eterna. Quiero inmortalidad para las flores, las mariposas, los pájaros. Quiero perpetuar la forma, la voz, la finura de ese ser que el sólo pensarlo me hace vibrar de alegría. De aquí en adelante, voy a dedicarme a mis negocios ‘legales’. Suficiente con lo que tengo y con lo que hago. No quiero exponerme demasiado, que ya tengo mujer e hijos. En mi país de origen he donado dinero, suficiente para financiar escuelas y hospitales. Aquí en este país estoy costeándole los estudios, en las mejores universidades, a media docena de paisanos. Y si me muero, todo lo que poseo será repartido entre mi familia y Por la Vida, la fundación creada por Chalí. Creo que cumplo con mi parte. Como que soy David Loffredo, digno hijo de mi padre. En este sistema neoliberal lo que cuenta es hacer plata, no importa qué o quién se joda. A los neoliberales lo único que les interesa son sus ganancias. Si no, veamos como está de jodido el medio ambiente; si no, pasemos revista a los ejércitos, armados hasta los dientes de pobreza, atiborrados en todos esos inmundos corrales también llamados eufemísticamente los países ‘en vías de desarrollo’. En términos de moralidad, amoralidad o inmoralidad, tan ético o inético resulta traficar con crack, cocaína o marihuana como fabricar y vender cigarrillos o armas de fuego. Pero los capitalistas ‘oficializados’ o ‘institucionalizados’ son quisquillosos: No conciben que otros les hagan la competencia en un mercado que no es tan libre como proclaman. El tráfico de drogas significa una ‘desleal’ competencia para los capitales establecidos. La cocaína se vende como pan caliente sin necesidad de publicidad. Y los narcotraficantes no pagan impuestos. El negocio es redondo. Aunque, ojo, hay que descontar lo que se paga en sobornos a autoridades y políticos en puestos claves (o para ponerlos en éstos); además de los costos de seguridad y despliegues paramilitares. Gracias a Dios, ya estoy fuera de ese mundo. Me sacrifiqué unos años, pero valió la pena. Seis años infernales que me han marcado de por vida. He perdido amigos y he sufrido el acoso de la policía, he vivido aislado y desconfiando de todos. Por obvias razones, he tenido que mantener a mi familia lejos de mí. Dicen que el que no se arriesga no cruza el río; casi me ahogué en la travesía, pero aquí estoy, vivito para contarlo. Por ahora lo que cuenta es que la han desahuciado. Sólo le quedan unos meses. A ti, gentil acompañante, por no pecar de descortesía, también se te notifica que el rato menos esperado, ¡zas! Ya está aquí la guadaña, la igualadora, "el tigre invisible" (como le llaman, creo, los indostanos). Que no te ‘coja’ desprevenido. "En guerra anunciada no mueren soldados. Y si mueren, lo hacen gallardamente". Aunque, desde luego, tú puedes ser la excepción, la que, a su modo fatal, justifica la regla. De todos modos, llena cuanto antes tu testamento. Juega tu última partida de póquer. Aféitate esos pelos faciales. Depílate las piernas. Haz el amor despacito (o como mejor te plazca). Paga tus deudas. Cumple tus promesas. Ata todos los cabos sueltos. No olvides bañarte y acicalarte como es debido (Juan Montalvo lo hizo, por qué no tú). Sólo así estarás listo, listecito, ready, dispuesto al viaje sin retorno. Una vez más, si te vas, vete luciendo tu Sunday best. No te pongas nervioso mientras esperas el vuelo definitivo. No vale la pena: con nervios o sin nervios te vas. "Con esto o sin esto nos vamos", solía decir Francisco Quevedo, no el ilustre y satírico literato del cada vez más discutiblemente (desde mi humilde perspectiva) llamado 'Siglo de Oro', sino el enfermero --padre de Rosita, una rubia cada vez más (en mi soberbia memoria) indiscutiblemente buenamoza-- que ponía las inyecciones en la clínica de mi nativo Ancón. "Nos vamos. Y nunca regresamos", les repetía a sus asustados pacientes. "Entonces no me la ponga", le respondían los niños, acogiéndose a esa lógica sin esperanza y tratando de salvarse del pinchazo. "¡Ah, eso sí que no, que del dolor tampoco te libras!", sentenciaba Quevedo, el ilustre enfermero, sádicamente filosófico, antes de clavar la aguja. Pero los muertos son muy útiles, más aún las grandes figuras que incluso vivos ya fueron buenos para algo: Jesucristo, Lenín, Lincoln, John Kennedy, el Che Guevara, John Lennon y hasta Rock Hudson y la misma ‘princesa’ Diana. Con razón que tantos vivos parecen muertos. Países y generaciones que parecen muertos. Más les hubiera valido el no haber nacido. Para qué nacer...Vivir...Cómo le llamen. "La vida es lucha", proclaman los que no hacen nada. Para qué, pues, vivir. En este orden de cosas, la anterior premisa se traduce en un para quién vivir. Para los vivos que se olvidan que próximamente serán los muertos. Para los que estando muertos aún pretenden dárselas de vivos, a la post-mortem. "Sabes, muchacho", me cuenta un ex cura que le decían sus superiores en sus días de mixtificación seminarista: "El pecado más grave es la fornicación con mujeres; luego viene la masturbación. Pero lo más perdonable, hijo mío, es el contacto sexual con varones". Esto para mí, si hay una, es la homosexualidad teologizada. Y lo peor de todo es cuando te tiran encima la lista de los homosexuales famosos. "Miren a Homero", claman como si a más de ciego, el poeta épico hubiera compuesto La Ilíada o La Odisea como verdaderos manifiestos sodomitas. La lista sigue con Safo (lesbiana lírica), Sócrates y su platónico discípulo Platón, Shakespeare, y entre los nuestros... ni para qué hablar... Todos ellos repitiendo con Arquímedes aquello de "¡Eureka, eureka!". La tradición judeocristiana parece pesar en especies los treinta siglos que tiene de vida. La clase --e ideología-- sacerdotal, redactora de El Antiguo Testamento, pese a cruentas globalizaciones e hipotermias ambientales, todavía prevalece: "Creced y multiplicaos" (que en muchas latitudes se practica, pero a la inversa: "Multiplicaos y creced"). Lo cierto es que las comunidades agrarias precisaban de familias de prole numerosa para asegurar la supervivencia. Abraham no podía darse el lujo de masturbarse. Una descendencia numerosa garantizaba la subsistencia del individuo y su grupo. Pero nunca falta un transgresor, el Luzbel, la Eva, el Caín, el Onán (incluido Bill Clinton y sus peculiarísimas definiciones de ‘contacto sexual’) que, siguiendo los dictados de su cuerpo, se inmola en un crimen condenado por la familia, la sociedad, la nación, en una palabra, por Dios. Los ‘sodomitas’; o sea, los onanistas (del Octavo Día) han sido condenados en aras de la reproducción de la especie. El Antiguo Testamento los condena a ser "bañados en su propia sangre?. Sin embargo y pese al SIDA, esta atávica sentencia no debería intimidarlos. Ya no vivimos en una sociedad agraria, sino en una sociedad urbana, cosmopolita y post-industrial. Una nueva teología de la sexualidad debe ser implementada. Una nueva ética de las relaciones sexuales, y de los estilos de vida basados en las preferencias sexuales, debe instituirse en nuestro mundo transcultural y superpoblado. Nuestras preferencias sexuales no deberían dictaminar nuestro puesto en la sociedad. Tal parece que van a poner a los gay en reservaciones, en ghettos, como han hecho en los Estados Unidos con los amerindios, con los negros y con los hispanos. Imaginemos un "ghetto de maricones", una suerte de Castro Village global. No obstante, muy pronto será posible que los rabinos, sacerdotes y pastores nos exhorten a amarnos los unos a los otros; a convivir los unos con los otros; a unirnos y organizarnos contra la injusticia, contra el odio, contra la opresión, contra la muerte; a darnos la mano sin importar el sexo ni la orientación sexual. Tomará tiempo. Tomará tiempo y muchas vidas: Incontables individuos, generaciones, pueblos sin nombre, sin rostro, pero cada uno con una desgarradora historia que contar. Habrá primero que eliminar o, al menos, neutralizar las enfermedades venéreas, el SIDA, el (o la) herpes (bisexual ¿o qué?), la hepatitis B, y toda la variada gama de pestes que nos asolan. Habrá que erradicar el temor a la intimidad, la sicosis colectiva que nos aliena del calor humano. La lucha por la libertad de amar es la lucha por la libertad de expresión y debe ser llevada a cabo en múltiples frentes. Chalí está desahuciada. A la larga (o a la corta), todos estamos desahuciados. Mientras tanto, la vida continúa. Mientras tanto, la gente seguirá amándose los unos a los otros y acostándose los unos con los otros, sean del mismo sexo o no (con o sin condón). En otras palabras, la vida se adelanta al dogma; hombres y mujeres están llevando a la práctica lo que siempre ha sido, es y será; lo único que justifica y dignifica la vida: el dulce y terrible, sublime y mortal... amor humano. Continuará... Copyright 2000: Petronio Rafael
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