ricardo dominguez on 21 Feb 2001 00:44:34 -0000


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[nettime-lat] Los diablos del nuevo siglo



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Los Diablos del Nuevo Siglo.
(Los n~ios zapatistas en el a~o 2001, Se'ptimo de la guerra contra el
olvido).

A los ni~os y ni~as de Guadalupe Tepeyac en el Exilio.

"Miguel Kantun, de Lerma, es amigo de Canek.  Le escribe una carta y
le manda a su hijo para que haga de e'l un hombre.

Canek le contesta dicie'ndole que hara' de su hijo un indio."

"Canek. Historia y leyenda de un he'roe maya".
Ermilo Abreu Go'mez.

  Este no es un texto poli'tico.  Es sobre los ni~os y ni~as
zapatistas, sobre los que estuvieron, sobre los que esta'n y sobre los
que vendra'n.  Es, por tanto, un texto de amor... y de guerra.

  Los ni~os pueden producir guerras y amores, encuentros y
desencuentros.  Magos impredecibles e involuntarios, los ni~os juegan
y van creando el espejo que el mundo de los adultos evita y aborrece. 
Tienen el poder de modificar su entorno y convertir, es un ejemplo,
una hamaca vieja y deshilachada en un moderno avio'n, en un cayuco, en
un carro para ir a San Cristo'bal de Las Casas.  Un simple garabato,
trazado con el lapicero que la Mar les facilita para estos casos, les
da bateri'a para contar una complicada historia donde el "anoche"
abarca horas o meses, y el "al rato" puede querer decir "el siglo que
viene", donde ( ?alguien lo duda?) ellos y ellas son he'roes y 
heroi'nas.
 Y lo son, pero no so'lo en sus historias ficticias, tambie'n y sobre
todo en su ser ni~os y ni~as indi'genas en las monta~as del sureste
mexicano.

  9 son los ci'rculos del infierno de Dante.  Nueve las ca'rceles que
encierran a los ni~os indi'genas en Me'xico: hambre, ignorancia,
enfermedad, trabajo, maltrato, pobreza, miedo, olvido y muerte.

  En las comunidades indi'genas de Chiapas, la desnutricio'n infantil
llega hasta el 80%, el 72% de los ni~os no alcanzan siquiera a
terminar el primer a~o de la primaria escolar, y en todos los hogares
indi'genas ni~os y ni~as, desde la 4 a~os de edad, deben cortar y
acarrear le~a para comer.  Para romper esos ci'rculos hay que pelear
mucho, siempre, incluso desde ni~o.  Hay que luchar fuerte.  A veces
hay que hacer una guerra, una guerra contra el olvido.

  He dicho que e'ste es un texto sobre los ni~os y ni~as que
estuvieron.  Como es de caballos y caballeros que "las damas primero",
empezare' por ese recuerdo que aspira a no repetirse.

  Se trata de "la Paticha".  Ya antes hable' de ella y, a trave's de
ella, de todos los nonatos del so'tano de Me'xico.

  Mucho se ha escrito, para bien o para mal, sobre las causas del
alzamiento zapatista.  Yo aqui' aprovecho para proponer otro punto de
partida: los zapatistas nonatos, es decir, buena parte de los ni~os
zapatistas.  Rara es la familia indi'gena en Me'xico que no cuente 3 o' 
4
ni~os muertos antes de los 5 a~os.  Miles en las monta~as del sureste
mexicano, decenas de miles en el desva'n abandonado por la "modernidad"
gobernante: los pueblos indios, los habitantes originales de estos
suelos.

  Con menos de 5 a~os de edad, la Paticha murio' de una fiebre.  En
unas horas, una calentura le quemo' los a~os y los sue~os.

   ?Quie'n fue el responsable de su muerte?   
?Que' conciencia se  fecundo' con su desaparicio'n?   

?Que' duda se resolvio'?   ?Que' miedo se derroto'? 
 ?Que' valenti'a florecio'?   ?Que' mano se armo'?   
?Cua'ntas muertes como la de Paticha hicieron posible 
la guerra que inicio' en 1994?

  Las preguntas son importantes, porque la muerte de la Paticha fue
una muerte oscura.  Ya antes dije que ni siquiera se tomo' como deceso,
pues para el Poder nunca nacio'.  Es ma's, la nonata llamada Paticha
murio' en la oscuridad de la noche, en el olvido.

  Sin embargo, oscuridades como la de su muerte son las que iluminaron
la mediocre noche de este pai's, en 1994...


I.

  Y, hablando de oscuridades fe'rtiles, debe de haber una explicacio'n
cienti'fica para dar cuenta de co'mo una oscura nube puede dar paso al
destello poderoso de un rela'mpago.  Hay muchas explicaciones
ideolo'gicas, pero au'n antes de que el hombre diera cuenta, en
ceremonias, libros y coloquios, de la maravilla de una tormenta
nocturna, ya lo oscuro produci'a claridad, ya la noche pari'a al di'a, 
y
ya el fuego ma's fiero deveni'a en fresco aliento.

  Asi' que es e'sta una madrugada particularmente oscura.  Sin embargo,
para sorprender a los ma's brillantes meteoro'logos (o simplemente para
contradecirlos), al horizonte de oriente se le desgarran sendos rayos,
ramas secas de luz cayendo del luminoso a'rbol que la noche esconde
detra's suyo.  Es asi' la noche un negro espejo, una sombra 
quebra'ndose
de amarillo y naranja.  Un espejo.  El marco lo forman los cuatro
puntos cardinales de un horizonte de sube y baja, arbolado y gris
oscuro.  Un espejo visto por el lado oscuro del espejo.  El lado
oscuro de un espejo, advirtiendo lo que lleva detra's, 
prometie'ndolo...

  Todas las historias esta'n pobladas de sombras.  En la zapatista, no
son pocas las que han delineado nuestra luz.  Estamos llenos de pasos
de callado andar que, sin embargo, hacen posible el grito.  Son muchos
y muchas los que se quedan quietos para que el movimiento camine. 
Muchos rostros difusos que permiten aclarar otros rostros.  Alguien
dijo que el zapatismo teni'a e'xito porque sabi'a tejer redes.  Bueno,
pues detra's nuestro hay muchas tejedoras de a'gil mano, de ingenio
grande, de prudente paso.  Y, mientras sobre cada nudo de la rebelde
red de los olvidados del mundo se alza una luz incandescente y breve,
todavi'a en las sombras ellas tejen nuevos trazos y abrazos...

  Y hablando de tejedoras y de abrazos, yo me desprendo del tibio y
fresco de la Mar en el lecho, y salgo a caminar apenas unos pasos, en
esta madrugada en que febrero reitera su desvari'o y anuncia la llegada
de la liebre de marzo.  Ahi' noma's, donde el monte es territorio de la
noche de abajo, unos cocuyos se alborotan con la caliente humedad que
anuncia la tormenta.

  Una sombra peque~a solloza cerca de la hamaca.  Yo me acerco hasta
distinguir a un peque~o hombrecito, chaparro, bigoto'n y bastante
entrado en a~os y carnes.  Dos maltrechas alas de carto'n rojo
corrugado, un par de peque~os cuernos y una cola terminada en punta de
flecha hacen que parezca un diablo.

  Si', un diablo.  Un diablo bastante maltratado.  Un pobre diablo...

- -  !"Pobre diablo" tu abuelo! - masculla la diminuta figura.

  Yo no me arredro.  Aunque mi cabeza y mis piernas me dicen que corra
lejos de ahi', yo soy el hombre de la casa (bueno, de la champa, pero
creo que me entienden) y no debo abandonar a la Mar, que es la mujer
de la casa.  Asi' que tantas peli'culas de Pedro Infante me imponen que
resguarde la casa y, puesto que "Marti'n Corona" y "Ahi' viene Marti'n
Corona", debo refrenar mis ganas de salir huyendo.  Bueno, al menos no
sin avisarle antes a la Mar que, como ya dije antes, es la mujer de la
casa de la que yo soy el hombre de la casa.

  Asi' que no intento ninguna "retirada estrate'gica" y, como siempre
que el terror se apodera de mi', enciendo la pipa y hablo.  Hago algu'n
comentario ocioso sobre el inestable clima y, viendo que no hay
respuesta, aventuro...

- - Asi' que escuchas lo que pienso... -

- - Como si lo gritaras - responde el hombrecito.

- -  !Y no me llames hombrecito! - chilla el...

- - Luzbel, lla'mame Luzbel - se apresura a interrumpir mi pensamiento.

- -  ?"Luzbel"?  Me suena, me suena.   ?No es el a'ngel que se rebelo' 
por
soberbia en contra del Dios cristiano y de castigo lo mandaron al
infierno? - digo de un jalo'n.

- - E'se merengues.  Pero no asi' fue.  La historia, infeliz mortal, la
escriben los vencedores, Dios en este caso.  En realidad lo que
ocurrio' fue un problema de salarios y condiciones laborales.  Un
sindicato, por ma's angelical que fuese, no estaba en los planes
divinos, asi' que el Dios opto' por aplicar la cla'usula de exclusio'n. 
Los escribas mercenarios se encargaron de envilecer nuestra justa
lucha y asi' nos fue... - dice Luzbel acomoda'ndose para sentarse al 
pie
de un Huapac'.

  Yo hasta entonces me doy cuenta de lo peque~o que es, pero nada
digo.  Supongo que mi silencio lo invitara' a seguir hablando, y, en
efecto, asi' ocurre porque Luzbel empieza a contar una historia de,
como a un diablo corresponde, horror y crueldad mayu'sculos.  Su relato
parece tragedia, comedia, o parte de guerra...


II.

  Luzbel quedo' un rato en silencio...  Adema's de las estrellas de
arriba y las de abajo (los cocuyos pues), nadie ma's andaba la noche de
afuera.  Encendi' de nuevo la pipa, ma's para aprovechar la luz del
encendedor y mirar la figura del diablito, que por ganas de fumar.  9
ci'rculos de humo salieron de la cazuela de la pipa.  Al desvanecerse
el u'ltimo, e'l hablo'.

  La historia que me conto' Luzbel puede herir la susceptibilidad de
las buenas y cristianas conciencias, cosa poco recomendable, sobre
todo en estos tiempos en que el alto clero puja por volver atra's el
reloj de la historia.  Pero como no estoy compitiendo por
indulgencias, y he conocido ya el infierno que el Poder impone a los
pobres, yo no tengo por que' preocuparme.  En todo caso, cumplo con
advertir a los lectores y con recordarles que so'lo transcribo lo que
Luzbel me conto', a saber:

  "El Dios de los ricos y de los libros estaba muy satisfecho con el
Tratado de Libre Comercio, el paso al primer mundo, la globalizacio'n
econo'mica y todas esas pamplinas que ma's que producto divino
parecieran del infierno - por ma's que nosotros, los diablos, no
seri'amos capaces de tales horrores.

  Bueno, el caso es que el Dios habi'a asignado, como le corresponde,
un a'ngel de la guarda para cuidar a cada uno de los ni~os de la
generacio'n del Tratado de Libre Comercio.  Los a'ngeles no son muchos,
y el trabajo de a'ngel de la guarda de ni~os esta' muy mal pagado.  
Pero
un tal Gabriel, li'der charro y arca'ngel para ma's se~as, forzo' el
escalafo'n para cumplir la cuota.  Hubo protestas, pero pocas.  Asi' 
que
cada ni~o del TLC teni'a su a'ngel de la guarda.

  Pero resulta que a ustedes, los zapatistas, se les ocurre alzarse en
armas aquel primero de enero de 1994 y alterar todo, hasta la memoria
divina.  Porque he aqui' que el Dios no se acordaba de los ni~os
indi'genas.  No es que no los tuviera en cuenta o pensara deshacerse de
ellos, simplemente ignoraba que existieran.

  El Dios de los libros y de los ricos es un patro'n como todos, pero
muy a la antigu:ita.  Asi' que considero' que, mientras el 
neoliberalismo
se encargaba de despachar a la otra vida a todos los ni~os zapatistas,
e'l tendri'a que cumplir con sus funciones divinas y adjudicar, a cada
zapatista ni~o, un a'ngel de la guarda.

  Pero, como ya no habi'a a'ngeles de la guarda disponibles, entonces
rehabilito' diablitos.  Para lograrlo, nos forzo' a firmar un tratado
comercial humillante y lesivo de la diabo'lica soberani'a del infierno. 
El averno teni'a problemas econo'micos y el tal San Pedro se habi'a
aprovechado de nuestros apuros para otorgarnos un cre'dito financiero
que conteni'a, como es de imaginar, una cla'usula diabo'lica.

  Bueno, el caso es que el Dios podi'a disponer de la fuerza de trabajo
infernal en condiciones leoninas, y sin que esto afectara las
restricciones migratorias que los diablos tenemos si cruzamos la
frontera celestial.  Sin apenas darnos cuenta, de pronto e'ramos
empleados de segunda, bajo las o'rdenes de aquel que nos habi'a
expulsado".  Luzbel hizo una pausa que ma's parecio' sollozo.  Despue's
siguio'...

  "Asi' que, desde la extraterritorialidad de su poder financiero, el
Dios nos puso a trabajar como "a'ngeles de la guarda" de los que habi'a
olvidado en su euforia primermundista, los ni~os zapatistas.  Y ahora,
en lugar de estar incitando al pecado a las buenas conciencias, de
pervertir almas inocentes, de apadrinar li'deres empresariales, de
"inspirar" al gobernador panista de Quere'taro, de asesorar al obispo
One'simo Cepeda, o de dise~ar la campa~a postelectoral del Fox, ahora
estamos cuidando, en condiciones laborales miserables, a ni~os del
so'tano.

   !Resulta que somos "diablos de la guarda"!

   !Deveras!, por una paga miserable, el Dios (que, no hay que
olvidarlo, es Dios de todo lo creado, incluso del infierno) nos obliga
a guardar ni~os zapatistas.   !Y pensar que todavi'a hay quien se
presume de la bondad divina!..."


III.

  Luzbel callo' por un momento y yo aproveche' para garabatear algunas
letras.  Y es que, no se crean, yo tambie'n me sorprendi'.  Tanto que,
inmediatamente, le escribi' a don Eduardo Galeano unas li'neas, para 
que
cuente esto en alguno de sus libros:

"Fecha: inicios del tercer milenio.

Don Galeano:

  En el Me'xico neoliberal de principios del siglo XXI, los ni~os
zapatistas son tan pobres que no alcanzan a'ngel de la guarda.  En su
lugar llevan consigo un diablo, un diablito de la guarda.

  En las noches de tormenta en las monta~as del sureste mexicano, los
ni~os rezan: "Diablito de la Guarda, dulce compa~i'a, no me desampares,
ni de noche ni de di'a", y asi' les va...

Vale.  Salud y nada de mate.

El Sup."
(fin de la carta a Galeano).

  Bueno, no desquiciare' a los jefes de redaccio'n con ma's 
puntuaciones
dialogales, asi' que les cuento de un jalo'n lo que le apenaba a este
"diablo de la guarda".


IV.

  Resulta que a Luzbel le toco' ser jefe de una escuadra de "diablos de
la guarda".  No se' cua'ntas escuadras son necesarias para cuidar a
todos los ni~os zapatistas (que son bastantes), pero a la de Luzbel le
toco' un trabajo infernal, terri'fico, diabo'lico.  Debi'a de cuidar a: 
el
Beto, el Heriberto, el Ismita, El Andulio, el Nabor, el Pedrito, la
To~ita, la Eva, la Chelita, la Chagu:a, la Mariya, la Regina, la
Yeniperr, y finalmente,  !horror de horrores!, al Olivio y al Marcelo.

  Cuando le toco' ser "diablo de la guarda" del Beto, Luzbel se
desespero'.  Y no fue la agitada vida de este ni~o-soldado que desafi'a
con su tiradora, lo mismo un vehi'culo blindado, tipo hummer y con
lanzagranadas, que un helico'ptero "black hawck" de la generacio'n del
TLC.  Tampoco su cansado sube y baja de lomas y quebradas, buscando
le~a para el fogo'n de su casa.  No, lo que desespero' a Luzbel (y lo
hizo pedir su cambio de custodia) fueron las preguntas del Beto:

  " ?Que' tan lejos queda la gran ciudad?   ?Es mayor que Ocosingo? 
 ?Cua'nto mide el mar?   ?Para que' sirve tanta agua?   ?Co'mo vive la 
gente
que vive en el mar?   ?De que' tama~o es la tiradora que puede matar un
helico'ptero?  Si el soldado tiene su casa y su familia en otro lado,
 ?por que' viene a quitarnos nuestra casa y a perseguirnos hasta aca'? 
Si el mar es tan grande como el cielo,  ?por que' no los volteamos para
que se ahoguen los helico'pteros y aviones del gobierno?"

  Preguntas asi' fueron las que motivaron el cambio de trabajo de
Luzbel.  Pero no le fue mejor, porque entonces le asignaron cuidar al
Heriberto...

- - Fue terrible - confiesa Luzbel - Ese ni~o odia la escuela como
secretario de educacio'n pu'blica, y a los maestros como li'der 
sindical
charro.  Prefiere jugar y cazar dulces y chocolates.   !Vieras co'mo 
hay
que correr detra's de e'l cuando escucha el celofa'n de un dulce!

  Del Heriberto, Luzbel paso' a cuidar al Ismita.

  Me cuenta Luzbel que un di'a el Ismita se puso bravo con la Marikerr
(asi' se llama la ni~a, no me culpen) porque dijo que lo rompio' un 
gajo
de su nance (a'rbol frutal) del Ismita.   ?Pero co'mo lo va a romper si
esta' muy chiquita y el a'rbol esta' muy grande?, le pregunto' Luzbel. 
"Se colgo' y lo rompio' el gajo" dijo el Ismita y miro' con 
reprobacio'n a
la Marikerr, que estaba de colada en un asalto infantil a la tienda de
"Aguascalientes".  El asalto fue organizado por Luzbel porque, dice
e'l, "los ni~os deben prepararse para todo, incluso para ser
gobernadores".  El Ismita debe andar por los 10 a~os, pero la
desnutricio'n cro'nica le ha regalado la estatura de un ni~o de 4. 
Ismita compensa su carencia de altura fi'sica con grandeza moral.  No
so'lo perdono' a la Marikerr por romperle el gajo a su nance, tambie'n 
le
convido' del refresco y las galletas que obtuvo del asalto a la tienda.
 "Es que nadie la convida", le dijo Ismita a Luzbel cuando e'ste le
reclamo'.

  La generosidad no provoca la pasio'n del averno, asi' que Luzbel se
fue a cuidar al Andulio.

  Despue's de mucho caminar, Luzbel llego' a casa del Andulio, el de la
sonrisa que brilla.  Al Andulio lo conocimos nosotros en aquellos di'as
terribles de la persecucio'n de 1995.  Mayo era un caliente aliento
quemando di'as y noches, y el Andulio se amaneci'a trepado a un a'rbol,
tratando de imitar a un guajolote con su canto.  No muy se acercaba
con nosotros, pero una tarde descubrimos que nos aceptaba cuando pidio'
una grabadora y, a ritmo de un corrido, se puso a bailar.  La Mar le
pregunto' entonces, frente a un cartel, do'nde estaba el Sup.  El
Andulio titubeo' y, un segundo despue's, se volteo' y me se~alo'.  El 
Sup
no podi'a estar en el cartel y en el quicio de la puerta al mismo
tiempo, asi' que al se~alarme de cuerpo presente, el Andulio reiteraba
su materialismo filoso'fico.  Olvidaba decir que Andulio nacio' sin
manos, una malformacio'n gene'tica le dejo' dos mu~ones al final de los
brazos.

- - Ese ni~o no tiene manos, pero si' una sonrisa demasiado angelical -
dice Luzbel para justificar su nuevo cambio.  Asi' llego' con el Nabor.

  Con Nabor no le fue mejor.  Con 3 a~os a cuestas, el Nabor tiene una
libido que dejari'a apenado a Casanova.  Luzbel no haci'a ma's que
sonrojarse y de plano se fue a otra comunidad.  Asi' llego' a Guadalupe
Tepeyac en el exilio.

  En esta comunidad tojolabal, desalojada de sus casas por el eje'rcito
federal mexicano, le toco' hacerla de "a'ngel de la guarda", perdo'n, 
de
"diablo de la guarda" del Pedrito.  El Pedrito es un ni~o guadalupano
nacido en el exilio.  Cuando se inauguraba el Primer Encuentro
Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, su madre
lo trajo a luz.  Con 3 a~os a cuestas, el Pedrito es su amigo del
Lino, otro ni~o guadalupano.  Lino nacio' el 9 de febrero de 1995 y
teni'a apenas unas horas de vidacuando fue expulsado de su casa por los
soldados.

  Volviendo al Pedrito, resulta que no quiere ir a la escuela.  Ya lo
amenazaron con llevar su caso a la asamblea de la comunidad y ni asi'. 
Yo le adverti' que si no iba lo iba a denunciar en un comunicado
dirigido al pueblo de Me'xico y a los pueblos y gobiernos del mundo. 
El Pedrito so'lo me quedo' mirando, encogio' los hombros y dijo 
"ma'ndelo
usted, al fin que yo no se' leer".  La Mar lo defiende diciendo que
apenas tiene 3 a~os y el Pedrito la queda viendo y suspira enamorado. 
Pero e'sa es otra historia, ahora estamos con Luzbel cuidando al
Pedrito.

  Resulta que al Pedrito se le ocurrio' jugar a los caballos.  Suponen
bien si es que suponen que a Luzbel le toco' ser el caballo.  Y suponen
bien si suponen que Luzbel renuncio'.

- - Es que ese ni~o aprieta mucho la cincha-, dijo para justificarse.
V.


  Despue's del Pedrito, Luzbel decidio' cambiar a un ge'nero ma's 
apacible
y se dedico' a cuidar a una ni~a zapatista: la To~ita.

  A Luzbel no le preocupo' la tendencia de la To~ita a despreciar el
amor que "mucho pica" (para mi esca'ndalo, califico' su tendencia como
"saludable").  Ni eso, ni el haber sido habilitado como mu~eca por una
To~ita emperrada en cortarle las alas.

- - No hubieras sido el u'nico al que se las hubiera cortado - dije con
rencor.

  El "diablo de la guarda" aguanto' todo eso, pero no pudo soportar ese
continuo romper y pegar la tacita de te' que es la vida de las ni~as
zapatistas...

  Asi' que el "diablo de la guarda" de la To~ita, renuncio' y paso' a
cuidar a la Eva.  Poco duro'.  A la de'cimoquinceava vez de ver 
"Escuela
de Vagabundos", con Pedro Infante y Miroslava, se quedo' dormido y la
Eva aprovecho' para bordarle unas florecitas y un "Viva el ezln" en las
alas.  La vergu:enza hizo que Luzbel emigrara.

  Despue's de la Eva, siguio' la Chelita.  Una ni~a morena de 6 o' 7 
a~os
y unos ojos negros como estrellas.  A Luzbel le paso' lo que a todos,
cuando la Chelita lo vio lo dejo' helado (temperatura poco adecuada
para un diablo), lo hizo volar por los cielos (rumbo nada recomendable
puesto que expulsio'n y etce'tera) y le arranco' un " !Ave Mari'a
Puri'sima!" que fue, eso si', demasiado.  Como si le arrancaran el 
alma,
perdo'n, como si le arrancaran las alas, sintio' Luzbel cuando lo
quitaron de cuidar a la Chelita y lo mandaron con la Chagu:a.

  La Chagu:a, como su nombre lo indica, no se llama "Chagu:a" sino
Rosaura, pero nadie la llama como se llama.  Debe tener unos 8 a~os. 
En una peque~a banda de ni~os belicosos, quien liderea no es un ni~o
sino una ni~a, la Chagu:a.  Ella es la primera y ma's veloz en subir
a'rboles para coger cigarras, ella es la ma's feroz y certera en los
combates con piedras y lodo, ella es la primera en lanzarse a la pelea
y, hasta ahora, nadie la ha escuchado pedir cuartel.  Sin embargo,
cuando se acerca a nosotros, algo raro sucede: la Chagu:a es una ni~a
tierna y dulce que abraza a la Mar y le pide que le cuente un cuento o
la peine o nada ma's la abraza y se queda callada, suspirando de cuando
en cuando.

  Luzbel no renuncio' por el desconcierto que la "tierna furia" de
Chagu:a le provocaba, sino porque en un zafarrancho le toco' una
pedrada, y el chicho'n que procreo' le dejo' un tercer cuerno que en 
nada
le favoreci'a.  Asi' que Luzbel se fue a cuidar a otra ni~a, la Mariya.

  La Mariya debe tener unos 7 a~os y en su pueblo es la que tiene
mejor punteri'a con la tiradora.  Esto lo descubrimos, nosotros y el
pueblo, en uno de nuestros pasos por esas tierras.

  Despue's de caminar varias horas, la Mar y yo nos derrumbamos en el
dintel de una champa.  No recupera'bamos au'n el resuello, cuando se
dejaron venir el Hu'ber, el Sau'l, el Pichito, y un nu'mero 
indeterminado
de ni~os de nombres igualmente indeterminados.  Todos trai'an su
tiradora y pedi'an una competencia para ver quien teni'a mejor 
punteri'a.
 La Mariya estaba ya sentada a un lado de la Mar y no deci'a nada.  Sin
levantarme, organice' los turnos e indique' poner una lata a 10 pasos 
de
distancia.  Pasaron todos y cada uno de ellos y la lata segui'a en su
sitio.

  Cuando pregunte' si ya habi'an pasado todos, la Mar dijo "Falta la
Mariya".

  Ante el esca'ndalo de todos, la Mariya se incorporo' y presto' una
tiradora.

  Un murmullo de desaprobacio'n cimbro' al grupo de varones (entre los
que yo no estaba, no porque me las diera de feminista, sino porque no
teni'a fuerzas para levantarme y secundar a mi ge'nero).

  La Mariya dedico' una ra'pida mirada de desprecio a los ni~os y eso
basto' para que quedaran callados.  Reinaba un silencio que poco teni'a
de burla y mucho de expectativa...

  La Mariya tenso' la tiradora, cerro' un ojo, tal y como mandan los
manuales de tiradora, disparo' y la lata salto' con un estre'pito
meta'lico.

  La Mariya y la Mar prorrumpieron en un grito de ju'bilo: " !Ganamos
las mujeres!".

  Los ni~os nos quedamos estupefactos, contritos y bocabajeados.  "No
se preocupen", les dije para consolarlos, "la pro'xima vez hacemos la
competencia sin que este' la Mariya".  Creo que no convenci' a nadie.

  Luzbel esta' educado a la "antigu:ita", es decir: las tiradoras no 
son
para las mujeres.  Asi' que tuvo una, digamos, "crisis de conciencia
machista" que llego' a reventar cuando la Mariya lo derroto' en el rudo
y (ex) varonil deporte de tirarle a las latas con la resortera.  Asi'
fue como Luzbel se fue para otro lado.


  En otras comunidades, Luzbel cuido' a Regina, una ni~a de unos 9 o' 
10
a~os que se comporta como si tuviera 30.  Madura y responsable, Regina
es hermana y madre de sus hermanitos, guardaespaldas de los
insurgentes, la mejor torteadora del barrio y un sol cuando se sonri'e.
 A pesar de su experiencia en quemaduras infernales, Luzbel renuncio'
cuando no pudo soportar el quemarse los dedos al voltear las tortillas
en el comal.

- - No eran las quemaduras -, me aclara Luzbel, -sino que habi'a que
levantarse a las 4 de la madrugada a hacer el fuego, moler mai'z y
tortear.  Y eso so'lo era empezar el di'a...-

  Desvelado y con los dedos quemados, Luzbel se fue a cuidar a la
Yeniperr.

  La Yeniperr es un excelente ejemplo de co'mo el pa'jaro vence a la
ma'quina.  Cuando los helico'pteros sobrevuelan su comunidad, la
Yeniperr los corretea con preguntas.  Ante proyectiles tan fieros, los
aparatos be'licos se retiran, y la Yeniperr sigue revoloteando entre
tortolitas y colibri'es.  Cuando vuela la Yeniperr seguido se 
extravi'a,
y nada tendri'a que temer, a no ser que cerca anden los temibles
Capirucho y Capirote.

  Con la Yeniperr Luzbel apenas duro' unos cuantos di'as.  Segu'n me
cuenta, no fue el miedo a los helico'pteros y aviones gubernamentales
lo que le hizo pedir el cambio de trabajo.

- - Es que nunca se me ha dado eso de volar.  Por algo soy un a'ngel
cai'do...-, dice Luzbel mientras se soba las posaderas.

  Jama's lo hubiera hecho, porque he aqui' que a Luzbel lo asignaron,
debido a la falta de personal, para cuidar a dos ni~os: el Olivio y el
Marcelo, es decir, Capirucho y Capirote.


VI.

  El Olivio, o el autodenominado "sargento Capirucho", me ha confesado
que, cuando e'l sea grande, va a ser "Sup".  " ?Y vos Sup que' vas a
ser?", me pregunto' sabiendo que el cumplimiento de su aspiracio'n me
dejara' sin empleo.  " ?Yo?", dije para darme tiempo, "yo voy a ser un
caballo, un ni~o caballo, y me voy a ir hasta alla', bien lejos..." y
se~ale' un punto indefinido en el horizonte.  "Vos puedes ser
sargento", me consolo' el Olivio mientras descubri'a una tortolita que
revoloteaba ignorando las aspiraciones jera'rquicas del hoy Capirucho y
la temible tiradora que colgaba de su cuello.

  "Cabo Capirote", responde el Marcelo cuando le preguntan co'mo se
llama.  Sin pena alguna, y tal vez haciendo uso del fuero militar de
su "grado", se mete donde quiere y empieza a buscar dulces,
chocolates, a contar historias increi'bles, o se pone a espiar a las
mujeres cuando se ba~an.

  El Olivio y el Marcelo, Capirucho y Capirote.  Estos dos ni~os
juegan a desconcertarse mutuamente cuando se ponen a decir poesi'as.  4
poemas forman su repertorio, y siempre se las ingenian para mezclar
unas con otras.   ?El resultado?  No importa, si al final obtienen una
paleta de dulce o un chocolate, si pueden dibujar "caniquitas" o salir
a cazar, siempre infructuosamente, pa'jaros zanates.  Piensan Capirucho
y Capirote que no hay mejor remedio para el desamor que un buen zanate
para comer juntos.

  Estos dos enanos, perdo'n, ni~os, tienen la bateri'a sobrecargada. 
Tienen unos 7 a~os y cada di'a ampli'an su radio de accio'n.  Por entre
espinas y acahuales persiguen al "erello" (una especie de salamandra
de hasta un metro de largo), pero no se le acercan mucho.  A Luzbel lo
han trai'do de un lado a otro, tiene las alas llenas de espinas y
raspones, le llenaron las bolsas de guijarros (para la tiradora) y lo
"tarantan" con su bla-bla constante.  Las noches no le alcanzan a
Luzbel para recuperarse, y temprano tiene que ir detra's de ellos a
pescar caracol, cangrejo y "camarona", ir al cafetal, ser picados por
hormigas, abejas o por cualquier animal "salvaje" de la comunidad,
patear una pelota desinflada, comer todo lo que encuentran a su mano y
altura, y escucharlos contar haza~as que nunca ocurrieron.  Pero lo
que ma's le deprime a Luzbel es que lo ponen de tiro al blanco para
practicar con la tiradora.

  Luzbel esta' ya viejo, su edad se remonta al inicio del tiempo.  Digo
esto no para que le tengan la'stima, sino para que lo comprendan.  Yo
conozco al Capirucho y al Capirote, y estoy seguro que la labor de
cuidarlos dejari'a agotado al mismo Dios (que, dicho sea de paso,
tampoco es joven).

  Por eso no me sorprendio' Luzbel cuando me dijo que renunciaba
definitivamente a cuidar ni~os y ni~as zapatistas.

- - Mejor me voy a Kosovo o a Ruanda o a cualquier otro lugar donde la
ONU cumpla su misio'n de promover guerras- dice Luzbel mientras se
incorpora, - De seguro que ahi' hay ma's tranquilidad -

  Y, ya por alejarse, agrego': 

- - O a la dio'cesis de Ecatepec o a la cu'pula empresarial mexicana, 
que
viene a ser lo mismo.  Ahi' hay corrupcio'n, mentiras, ultrajes, robos 
y
todas esas maldades ma's propias de los diablos ortodoxos como yo -.

  Entiendo la desesperacio'n y el desconsuelo de Luzbel.  Estoy seguro
que hubiera preferido no tratar de organizar ningu'n sindicato
angelical si hubiera sabido que, a la vuelta del tiempo, iba a tener
que andar tras de estos ni~os.

  A la luz de un cocuyo, agregue' una posdata a la carta para Eduardo
Galeano:

"P.D. QUE APORTA MA'S DATOS.--  Don Eduardo:  En las monta~as 
indi'genas
de Me'xico, Dios no vive.  Y el diablo, ni aunque le paguen..."

  Ya casi amaneci'a, asi' que me despedi' de Luzbel y regrese' con la 
Mar.


VII.

  La mayori'a de los ni~os y ni~as zapatistas de Guadalupe Tepeyac en
el exilio, nacieron y crecieron lejos de su hogar.  En el gobierno
mexicano hay ahora otro partido poli'tico y estos ni~os siguen siendo
rehenes (ahora de quienes se autodenominan "promotores del cambio")
para imponernos la rendicio'n.   ?Que' ha cambiado para estos ni~os?  
La
historia de su poblado original les parece como de cuento, tan lejos
esta' en tiempo y espacio que les parece un viaje muy largo volver a
e'l.  Complicados y mezquinos ca'lculos poli'ticos y una soberbia
estu'pida son los que los expulsaron de su pueblo y los que se niegan a
devolverles lo que les pertenece.

  No so'lo en este pueblo errante, en todas las comunidades zapatistas
los ni~os y ni~as crecen y se van haciendo jo'venes y adultos en medio
de una guerra.  Pero, contra lo que se pueda pensar, las ense~anzas
que reciben de sus pueblos no son de odio y venganza, mucho menos de
desesperanza y tristeza.  No, en las monta~as del sureste mexicano los
ni~os crecen aprendiendo que "esperanza" es una palabra que se
pronuncia en colectivo, y aprenden a vivir la dignidad y el respeto al
diferente.  Tal vez una de las diferencias de estos ni~os con los de
otras partes, es que e'stos aprenden desde peque~os a ver el ma~ana.

  Ma's y ma's ni~os y ni~as seguira'n naciendo en las monta~as del
sureste mexicano.  Sera'n zapatistas y, como tales, no alcanzara'n a
tener un a'ngel de la guarda.  Nosotros, "pobres diablos", habremos de
cuidarlos hasta que se hagan grandes.  Grandes como nosotros, los
zapatistas, los ma's peque~os...



Desde las monta~as del Sureste Mexicano.


Subcomandante Insurgente Marcos.
Me'xico, Febrero del 2001.


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