José Luis Brea on 6 Apr 2001 13:48:24 -0000 |
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[nettime-lat] <no+tv> |
saludos net-lats, os envío un texto que recientemente he revisado, por si las reflexiones que contienen os son de alguna utilidad. en su primera versión, el texto se redactó como introducción a un e-show, que todavía podéis encontrar enlazado: http://aleph-arts.org/no+tv/ espero que os interese. ciao, jlb -------------------> <no+tv> (audiencias, comunidades online y democracia radical) José Luis Brea He subrayado que la televisión produce dos efectos. Por un lado rebaja el derecho de entrada en un número de campos: filosófico, jurídico, etc. [...]. Por otro, dispone de los medios para llegar al mayor número posible de personas. Lo que me parece difícil de justificar es que se utilice la amplitud de la audiencia para rebajar el derecho de entrada en el campo. [...] Se puede y se debe luchar contra los índices de audiencia en nombre de la democracia. Pierre Bourdieu, Sobre la televisión <!--" THE PIONEERS OF NET ART IN ONE VOICE TELL US THAT IT HAS DIED." ///--> Eldar Karkhalev, Notepad. No más TV. No se trata de negar las cualidades del dispositivo como instrumento de comunicación, de interacción social, de democratización de la experiencia cultural: se trata más bien de cuestionar radicalmente los mecanismos que regulan su existencia real en un contexto de libre mercado (el que hay, ni más ni menos), toda vez que ni existe ni parece que vaya a darse ya más la posibilidad de que su existencia social efectiva vaya a contemplarse, salvo si acaso excepcionalmente (en zonas aisladas como los festivales, ok), en términos de servicio público, como territorio genéricamente protegido por algún proyecto revisado de estado del bienestar, quiero decir. Basta por tanto de acariciar fantasías que nunca se dan, se han dado o se darán, y de amparar y legitimar bajo su paraguas realidades tan nefastas y denigradas como las que, día a día, sufrimos. Se acabó. Pensar en una TV que realice o pueda realizar un servicio positivo a los objetivos de democratización del espacio social es ponerle una vela al aparato de control, poder y desarme ciudadano que más poderosa y terriblemente esquilma en nuestros días el tejido social y evapora en él toda posibilidad de trabajar por un proyecto de democratización concreta, el dispositivo que más sangrantemente estrangula cualquier posibilidad de comunicación auténtica en el espacio público. La pregunta de "qué acción es posible en la esfera pública" no tiene respuesta en el ámbito de la TV -como no sea: anti-TV, microTV, TV no guiada por la ley que "define" a la TV, la ley de la audiencia. Bajo su gobierno, bajo el gobierno de esa ley, la TV no crece ni puede crecer sino como instrumento de control y degradación de la experiencia, como dispositivo de aculturación brutal, como aparato productor de masa ciudadana inerte, negador de toda socialidad. El primer canto, para cualquier mirada crítica que pretenda proyectarse sobre cualquier new media, ha de ser, por tanto, "no más tv". O lo que es lo mismo: apostemos por una contra-tv, por una anti-tv, por una (no)TV que practique la diseminación proliferante de los microdispositivos de la interacción pública, de las pequeñas unidades de acción comunicativa. Segmentar, micronizar, cortar y dispersar siempre, allí donde la gran máquina del capital globaliza, produce imperio, masa humana adormecida. Cualquier ilusión universalista en la producción del dominio público, de la Comunidad Ideal de Comunicación, de la Razón Pública, no viene sino a sacrificarle al populismo demagógico de la universalidad del acceso el propio ejercicio intensivo de la experiencia. Y no hay política sino demagogia- allí donde se sacrifica lo intensivo a la cantidad. No, no más TV. # Cada medio realiza la ley del que le precede, la modernidad parece consagrar la regla historizada de una acción diferida. Así que es preciso extremar las alertas para que las nuevas ilusiones utopistas proyectadas alrededor de los nacientes new-media no acaben derrumbándose sin avisar, al paso del famoso ángel del progreso, para acabar entregándonos un presente sucumbido entre ruinas que no realizan sino la ley del medio anterior. El tiempo en que alrededor del net.art, y de internet más en general, proyectábamos y veíamos proyectarse utopías sugestivas es un tiempo cumplido, que ha quedado atrás. Como quiera que sea es preciso intervenir ahora bajo nuevas leyes y con otra conciencia pues en todo caso nos referimos a algo que ya es totalmente imposible de parar. La ilusión de una zona temporalmente autónoma, de un dominio ajeno a la territorialización de mercado e institución es una ilusión definitivamente imposible de sostener. Si durante unos años internet ha sido un territorio al que las industrias volvían la espalda (y esto parece obligado recordarlo: durante un tiempo sólo las instituciones educativas y grupos marginales de la sociedad civil se interesaron por internet), es inevitable hoy ser consciente de que internet es el lugar en el que se llevan a cabo las operaciones financieras más importantes y decisivas, el dominio en el que se estructura toda la reorganización de las nuevas economías. Esperar que en ese contexto de transformación sobrevivan ilusiones de anticomercialismo o independencia resulta, cuando menos, ingenuo, si es que no interesadamente legitimador. No únicamente una zona integrada: inernet es, por excelencia, el principal teatro de operaciones en que se están decidiendo las estrategias a medio y corto plazo (pronto a quedar en pasado, eso está claro también) de los más grandes imperios de la comunicación (de la in-comunicación, debería decirse) y las más poderosas industrias de la cultura de masas (de la in-cultura de masas, quizás debería decirse). Internet es el lugar mismo en que la actual se apoya para autodefinirse como "sociedad del conocimiento", sociedad del capitalismo cultural. Que ellas esas macroindustrias de la nada- impongan por tanto su ley esa ley del sacrificio de la calidad intensiva a la magnificación cuantitativa de las audiencias- parece poco menos que inevitable... Dicho de otra manera: que internet se televisice, se someta a las lógicas del medio de comunicación de masas, parece, ciertamente, su más inmediato futuro. Y es por ello que hablar de <no+tv>, a propósito precisamente de internet, tiene hoy un fuerte sentido crítico: reclama una política diseminante de intervención inmediata, y urgente, en un territorio en el que la lucha, todavía, está abierta. O en el que, cuando menos, es preciso intervenir para mantenerla operativamente abierta ... # Para ser el del net.art- un territorio tan joven, demasiado pronto se ha visto asaltado por peligros demasiado profundos, por simas demasiado magnéticas. Ni el de la institucionalización precipitada ni el de una comercialización que no acaba de encontrar sus fórmulas resultarían por sí mismos tan peligrosos si no fuera porque ambos procesos van a atravesar la imposición regulativa de la audiencia -la ley de la TV. Que el net.artista se vea obligado a sacrificarle a ese objetivo cualesquiera intenciones críticas vinculadas a la intencionalidad expresiva, a la productividad del sentido o a la intensificación de la experiencia- es algo que irrevocablemente desemboca en la enfermedad más evidente que aqueja al net.art en nuestros días: el neoformalismo esteticista. Revestido de un guiño complaciente a la nueva cultura juvenil (al mercado del nuevo consumo juvenil), el esteticismo tecno invierte tanto en la forma y el diseño vuelve aquí a ser la peste- como poco o nada en los contenidos. De ahí que el net.art esté fracasando estrepitosamente al devenir justamente lo que pretendía criticar: una producción institucionalizada de objetos -los últimos objetos hueros- que abastecen a la institución arte, y por ende al mercado. Objetos animados y que reclaman nuevas formas de expectación y comercialización, sí, pero únicamente eso al fin y al cabo. En un momento en que las prácticas artísticas viven un proceso de transformación tan intenso, resulta desconcertante que una nueva práctica nacida en un territorio tan inicialmente poco condicionado, esté invirtiendo tantas de sus energías únicamente en resolver, por encima de todo, la forma de su vertiginosa absorción sin ni siquiera aplicar ninguna energía en desarrollar nuevas formas de inscripción en el tejido económico productivo (a partir de la terciarización de las sociedades actuales, o la transformación del trabajo en trabajo inmaterial), o en el sistema-Arte tampoco. En todo caso es cierto que también hay otras líneas de investigación que se posicionan en el extremo más alejado posible de ese neo-esteticismo, al margen de su formalismo, de cualquier concesión a la espectacularidad o el efectismo de las apariencias y que es de ellas de las que todavía podemos esperar algún efecto crítico. Definitivamente, nos interesan esas otras formas de trabajar que investigan en interfaces secos, antidiseñados, espacios que lo sacrifican todo al contenido, a la apertura de espacios de intervención, diálogo y comunicación. Creemos que la lógica de la TV se rompe en ellas, y sobre todo por su insistencia en cuestionar y desbordar dos fronteras: primera, la que abre hacia el propio espacio de lo social; y segunda, la que abre hacia la escena del diálogo, del intercambio en lo público de la escritura. Creemos que entre los productores de nuevas prácticas artísticas y post-artisticas en la red pueden encontrarse trabajos que se alínean eficazmente en esas dos direcciones, si bien dispersándolas en un aglomerado muy dispar de formas de hacer y operar -siempre singulares. Trabajos que, por ejemplo, apuntan desde la red hacia su exterioridad, la del espacio social, y es por su relación con éste que cobran sentido (los bien conocidos del activismo zapatista podrían ser aquí un buen ejemplo). Otros trabajos: aquellos que (como las listas de correo participativas) se orientan a la producción de esfera pública, a partir de la generación de medios participativos que permitan un fluido intercambio y contraste de las opiniones disensuadas una multiplicación de micro-TVs, de anti-TVs. Bajo nuestro punto de vista, esos dos conjuntos de investigaciones apuntan a una órbita de expectativas muy abierta y casi diría que irrenunciable cuando se trabaja crítica y activistamente en el ámbito de la esfera pública-: la de hacer emerger estructuras desjerarquizadas de medios capaces de permitir una comunicación intensificada en el espacio público, acariciando todavía la idea vanguardista de la comunidad de productores de medios, una comunidad cuyos juegos de habla están regulados por la aspiración heurística a un horizonte de igualdad de condiciones de participación entre todos los hablantes, todos emisores potenciales y no una parte de ellos alienados al papel de receptores pasivos (justamente en esa estructura horizontalizada, descentralizada y desjerarquizada que puede concebirse como el dispositivo contemporáneo capaz de formalizar modelos efectivos de democratización radical de las relaciones comunicativas en última instancia la matriz misma de toda relación social). Si ya no puede trabajarse con el entusiasmo destilado por una credulidad ingenua (o hipócrita) en la realizabilidad definitiva del viejo sueño universalista (el sueño habermasiano de la Comunidad Ideal de Comunicación, y su trasunto post-libertario en la ingenua fantasía de la democracia electrónica directa) al menos estas investigaciones consagradas a la proliferación dispersa y multiplicadora de lo micro perseveran en la resistencia activista a favor de los procesos disensualistas de circulación del diálogo, de puesta en lo público del pensamiento diferencial, evitando por un lado embriagarse con el perfume de falsificado y autocomplaciente heroismo que envuelve el reclamo demagógico de aquella vieja utopía ecuménica y por otro entregarse a ese destino integrado en el que todo esfuerzo crítico acaba viéndose desarmado, rendido y amordazado a manos de la ley que, after the facts, domina cuando el proyecto crítico se olvida: la del libre mercado y su transposición en la órbita de la comunicación (que no es otra que la ley de la audiencia). En el camino, el estribillo que tal vez resuena de este nuevo canto de guerra un canto de guerra que sigue reclamando la construcción de los modos del intercambio en lo público que permiten imaginar a la comunidad online como comunidad capaz de contribuir a profundizar la democratización radical del lugar social, como comunidad por venir al amparo de los new media- ese canto de guerra puede que, hoy por hoy, diga antes y más que nada: "no + tv". No, no más TV. _______________________________________________ nettime-lat mailing list nettime-lat@nettime.org http://www.nettime.org/cgi-bin/mailman/listinfo/nettime-lat