ricardo dominguez on Wed, 4 Jul 2001 16:43:27 +0200 (CEST)


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[nettime-lat] Continu'a arribo de kaibiles a cuarteles de Chiapas


Subject: Jornada,Jun 29

VIERNES ¤ 29 ¤ JUNIO ¤ 2001

¤ "Voy a la base de Amparo Aguatinta, a hablar con los soldados", se~ala
uno de ellos

Continu'a arribo de kaibiles a cuarteles de Chiapas

¤ Rete'n militar no dejo' de operar ni siquiera durante la fugaz
"desmilitarizacio'n" foxista

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

La Trinitaria, Chis. Un autobu's con problemas de i'ndole meca'nica deteni'a
el tra'nsito por la carretera fronteriza, a la altura de Poza Rica. Sobre
la cinta asfa'ltica se armo' un bullicio entre la gente varada: el
intercambio de opiniones y curiosidades entre pro'jimos que, aun viajando
en vehi'culos distintos, descubren que van en el mismo barco. Por
retrai'do que uno sea, siempre acaba encontrando a alguien.

Un hombre joven, indi'gena, pero de hablar occidentalmente correcto,
abrio' conversacio'n sobre cualquier cosa y se mantuvo atento, sin que yo
me diera cuenta.

Cuando los carros peque~os lograron pasar por la cuneta, el hombre pidio'
un avento'n. "Voy cerca, aqui' antes de los Lagos de Montebello".
Presionado por las circunstancias, rompi' mi regla de no dar rait a
desconocidos en la zona de conflicto. Era difi'cil negarse, despue's de
compartir el naufragio carretero.

Empezo' por relatar que llego' de Guatemala au'n siendo ni~o, como tantos
indi'genas, huyendo de la guerra. "A mi familia la mataron los kaibiles",
dijo, sin el menor dramatismo. Y para abreviar sus a~os de destierro,
agrego': "tambie'n me hice mexicano, tengo las dos nacionalidades".

Se recordara' que hace unos a~os hubo reformas a la legislacio'n mexicana,
para permitir la doble nacionalidad. Los ma's beneficiados por la medida
fueron los refugiados guatemaltecos, al grado que miles de ellos
prefirieron permanecer en nuestro pai's a la hora de la repatriacio'n,
cuando la paz (fra'gil) llego' a Guatemala. A lo largo de la franja
fronteriza de Las Margaritas y La Trinitaria, miles de quiche's,
kakchikeles, mames y otros pueblos mayas formaron campamentos,
protegidos por el gobierno mexicano, las Naciones Unidas y las agencias
internacionales de asistencia. Hoy permanecen varios miles, que in cluso
han obtenido derecho de tierras.

Durante los a~os 80, la guerra civil guatemalteca habi'a alcanzado el
cara'cter de tragedia. El genocidio y la violacio'n sistema'tica de los
derechos humanos en 30 a~os de conflicto forman hoy parte de la historia
universal de la infamia. El eje'rcito guatemalteco (que ocupaba el poder)
y sus polici'as practicaron secuestros, torturas, desapariciones,
matanzas colectivas de civiles. En la memoria de todos esta' el papel
jugado en la guerra por el cuerpo de kaibiles: feroces, implacables,
adquirieron una fama terrible. Su nombre se volvio' un sino'nimo de la
crueldad. Tambie'n conocimos fotos y testimonios de peque~os hue'rfanos de
las aldeas arrasadas, que fueron "adoptados" por los kaibiles, y
desfilaban con ellos, con uniformes de campa~a y la cara pintada, cual
mascotas.

Un cariz distinto

"Cuando me llego' la edad del servicio militar, escogi' hacerlo en
Guatemala", prosiguio' el relato, que de la historia triste y comu'n del
refugiado derivo' hacia un cariz distinto.

"Me gusto' ser soldado, me quede' en el eje'rcito y consegui' que me
aceptaran en los kaibiles". Para probarlo, extrajo su cartera del
pantalo'n y me mostro', con orgullo, su carnet militar. Pude verlo con
boina, en uniforme de campa~a, en la foto tama~o infantil que aplastaba
por la orilla con su i'ndice.

Preferi' desviar la conversacio'n hacia temas de mi intere's, como por
ejemplo  ?do'nde dijo que iba a bajar? Deja'bamos atra's el pueblo de Nuevo
Huixta'n, en las ca'lidas tierras bajas al sur de la selva mexicana. A muy
pocos kilo'metros estas tierras se convierten, imperceptiblemente, en
Guatemala. En las comunidades de por aqui' es comu'n todavi'a ver a las
mujeres chamulas con la pesada falda de lana que usaban en las fri'as
monta~as de donde salieron huyendo por motivos poli'ticos y religiosos, y
tambie'n a las indi'genas guatemaltecas con sus barrocas faldas de
colores. Un distinto exilio las reu'ne.

"Voy aqui' a la base del Eje'rcito Mexicano de Amparo Aguatinta. Me quedo
en el puesto de control. Voy a hablar con los soldados", respondio'
haciendo alarde.

Un caso de plano psicoanali'tico de fascinacio'n por el verdugo. El hombre
eligio' el lado del fuerte. Antes que resentimiento u horror, desarrollo'
un deseo de ya no ser la vi'ctima. Eso y otras cosas iba yo pensando al
volante: "No llego tan alla' -menti'-, me detengo en Nuevo San Juan
Chamula, adelantito de Pacayal".

Como si no escuchara, prosiguio': "me voy a presentar, para integrarme
con ellos".

A pesar del desintere's por sostener esa conversacio'n, solte' otra
pregunta: " ?lo esperan?". El kaibil expreso' que lo ignoraba, que como
bien acababa de decir, apenas iba a presentarse.

Dos reportajes recientes de Jesu's Aranda en La Jornada (18 y 25 de
junio) documentaron la abierta colaboracio'n entre el Eje'rcito federal y
los kaibiles del pai's vecino. Durante los a~os recientes, ambos han
compartido, al menos, cursos de adiestramiento para la guerra irregular
en tierras de los pueblos mayas contempora'neos. Se han formado cuerpos
de elite, entrenados para la sobrevivencia en condiciones extremas y las
acciones de contrainsurgencia. En plena zona de conflicto (concretamente
en el municipio auto'nomo Tierra y Libertad), este episodio ilustra la
colaboracio'n entre los eje'rcitos mexicano y guatemalteco.

Creci'a en mi' la urgencia por interrumpir esa transformacio'n de un Doctor
Jekyll exilado en Mister Hyde. En la primera tienda de Pacayal detuve el
carro. "Hasta aqui' llego", anuncie', descendi' del vehi'culo y camine' unos
metros hacia el local abierto. El kaibil permanecio' en el asiento, como
si nada.

Regrese' con dos latas de refresco y lo vi revisar mis cosas. Al sentirme
venir, se hizo el disimulado. Subi' al carro, le ofreci' una Coca fri'a y
dije: "aqui' noma's amigo. Ya se puede bajar".

Levemente sorprendido, quiza's fingie'ndolo, tomo' su maleta y se apeo'
despacio. Dio una fri'as gracias y se encamino' hacia las casas de mala
gana. O permanecio' en la cuneta, no se'.

Inco'modo, encendi' el motor y acelere' con lentitud, sin mirar atra's.

Pocos kilo'metros adelante, pasando la comunidad de Amparo, alcance' el
rete'n militar que ni siquiera durante la fugaz "desmilitarizacio'n"
foxista dejo' de operar." Mientras los soldados revisaban y tomaban
datos, comente' al capita'n a cargo: "por ahi' vienen a visitarlos". El
oficial no reacciono' a mi cri'tico comentario. Supongo que no entendio' a
que' me referi'a. Pero por segunda ocasio'n en el u'ltimo cuarto de hora
senti' que, habla'ndole a alguien, con nadie hablaba.





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