nilo casares on Tue, 4 Feb 2003 23:44:01 +0100 (CET)


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[nettime-lat] CUANDO LOS ARTISTAS TOMAN LA PALABRA


CUANDO LOS ARTISTAS TOMAN LA PALABRA

*  Ante el silencio de los intelectuales, el mundo de la farándula, 
leal a la libertad, ha desatado una catarsis moral contra la guerra 
de Irak


 

 

 
REYES Mate
Profesor de Investigación del CSIC

Los premios Goya de este año, organizados como ritual publicitario 
del mundo del cine, se han convertido en una sacudida moral a la que 
no daba crédito el televidente de TVE. Sabemos que el arte es 
creación porque es capaz de transformar una piedra de mármol en una 
Pietà, como la de Miguel Ángel. Lo que nos quedaba por ver es que el 
mundo de la farándula tuviera el valor de conmover moralmente a una 
conciencia tan resignada como la española, que iba digiriendo los 
sucesivos atracos a su salud mental y física como si de una fatalidad 
natural se tratase.
Eso fue lo que ocurrió el sábado cuando, al amparo de un guión que 
tenía entre otros ingredientes el no a la guerra, fue apoderándose 
del proscenio y de la platea, de los presentadores y premiados, un 
grito en dos palabras: Guerra, no. Los habituales de La Primera, 
macerados como están por los mensajes belicistas del Gobierno, debían 
andar aturdidos, y no tanto por la contundencia de los comentarios 
antibelicistas, cuanto por la supervivencia en este país de una 
especie declarada en extinción: la de la crítica moral a la política. 
Cuando un alemán corriente veía por causalidad a un superviviente de 
un campo de exterminio, cuenta Robert Antelme, lo que más le 
espantaba no era su aspecto físico terminal, sino que tuviera un 
gesto humano, que perteneciera aún a la misma especie.

EL TELEVIDENTE del No-Do hodierno debía hacerse cruces viendo a esa 
gente tan simpática, famosa y hasta honorable pensando por su cuenta 
y, encima, contra el Gobierno. Había que taponar la vía de aire 
fresco y se hizo en el resumen de ocho minutos que TVE servía a las 
demás cadenas: se yuguló la noticia dejando fuera los comentarios 
contra la guerra. Había que impedir que la crítica de los artistas se 
convirtiera en la mirada desenmascaradora del niño que, en el cuento 
de Dick Whittington El traje nuevo del emperador, tuvo la osadía de 
decir que el rey iba desnudo. Pero hay más, la propia TVE alardeó 
ayer de que la gala había tenido poca audiencia.
No han sido los filósofos, ni los científicos, ni los politólogos los 
que han desencadenado esta catarsis moral, sino artistas, gente del 
cine. Debería dar que pensar que en tiempos oscuros como los 
nuestros, en los que se multiplican las desigualdades y se hacen más 
lacerantes el hambre y la miseria del mundo, el pensamiento duerma y 
la compasión descanse. Esos años hemos asistido a un acallamiento del 
mundo de los intelectuales de lo más sospechoso. La adhesión al poder 
se hacía bajo la fórmula del silencio, sin la grandeza de quien 
explica públicamente las razones de su acuerdo, tal y como ha hecho 
tantos intelectuales franceses, antaño rojos y hogaño centrados.
La guerra, sin embargo, no tolera disimulos. Si en algún momento se 
pudo hablar de guerra justa --afirmación harto discutible-- no es 
posible ya, una vez que las armas de destrucción masiva no distinguen 
entre combatientes y población civil. Al contrario, como bien muestra 
todo el siglo XX, se busca el castigo de esa población, punto 
sensible de la sociedad, para derrotar al adversario. Y lo de la 
guerra preventiva está fuera de catálogo.
Si EEUU consigue atraer a sus tesis a los miembros del Consejo de 
Seguridad, habrá que prepararse para un bombardeo mediático. Ahora 
bien, la moralidad o inmoralidad del conflicto no pasa por la 
aprobación o el desacuerdo de la ONU. A estas alturas, una guerra 
democráticamente decidida sigue siendo una guerra sin justificación 
moral, porque sólo sabemos el sufrimiento que va a causar entre 
inocentes y nadie nos explica qué males consigue impedir.

EN LOS AÑOS 30 floreció una cultura belicista, cultivada por gente 
tan dispar como el filonazi Ernst Jünger, el jesuita Teilhard de 
Chardin y hasta por el propio Unamuno, que veían en la guerra el 
momento de una catarsis colectiva y la ocasión del desarrollo de las 
virtudes más heroicas. Hasta ahí no han llegado, de momento, los 
apologetas del conflicto, aunque no es descartable en el futuro.
Pero siempre estarán los artistas que, empujados por su poder 
creativo, romperán el guión preestablecido y someterán sus lealtades 
al poder de la libertad, mal que le pese a la ministra Pilar del 
Castillo, que parece preferir artistas que no se salen del guión y se 
atienen a los dictados de la casa anfitriona, que es la suya.


Noticia publicada en la página 7 de la edición de Martes, 4 de 
febrero de 2003 de El Periódico - edición impresa.
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