Silvestre Byrón on Mon, 22 Apr 2002 03:44:01 +0200 (CEST)


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[nettime-lat] EAF - Teoría del arte complaciente


              TEORÍA DEL ARTE COMPLACIENTE
         Publicado en Geocities.com/cuidar_se (2001) 
    
         Comentada por el “último” Miguel Riglos,
actor y director teatral, la teoría del arte
(escénico) complaciente no fue más que un motivo menor
de su "Iniciación teatral" (1973-74) contenido en la
Investigación del Hecho Vital. En un comienzo tenía el
sentido conceptual de estrechar al máximo el control
interno –autocrítica, introspección- del actor. El
propósito era el de evitar ideas, creencias e
ilusiones especiosas o falsificadas. Tanto en la
cuerda del naturalismo como la del simbolismo la IHV
demanda veracidad en la representación. Como regla
teatral, ese control interno airea toda representación
de elementos conceptuales, sicotécnicos o
biomecánicos, extra-artísticos. Al “como si...”
teatral. 

         Casi a manera de una teoría del conocimiento
apunta a discriminar ideas claras y diferentes sobre
lo confuso y lo mismo. También como principio
particular del teatro se presenta como una concepción
estética normativa y filosófica que define categorías.
Lo virtual, complaciente, y lo actual,
no-complaciente. 

          Al fin, a nombre de un Riglos “tardío”, su
teoría del arte (escénico) complaciente se ha
expandido como una ciencia poética, creadora,
inherente a la cultura artística e intelectual en
general. 

          PROGRESIVOS O COMPLACIENTES

          El término no figura en ningún diccionario
de filosofía. Complaciente. Ni Ferrater Mora, Brugger
o Cuvillier lo consideran como parte del vocabulario
técnico de la metafísica o la filosofía en general.
Tampoco lo hace García Morente en sus lecciones
preliminares. Ni De la Vega en su diccionario
político. No figura en ningún sentido. Ya fuera justo
o preciso, amplio o muy amplio. Por analogía o por
oposición. Con todo, en tanto concepto de la
“complacencia”, como una categoría teórica del arte,
el término fue puesto en valor por el Buenos Aires
vanguardista y protestatario, de 1973.   

          Desde el llano se lo interpretó en sentido
corriente y peyorativo como condescendencia,
transigencia o concesión. Había una poética
complaciente y una filosofía complaciente. Un modo de
representar y una actitud en la vida. 


         Entonces no importaba su etimología latina.
Complacere. Formado de cum, con, y placere, agradar.
Aunque fuera un galicismo por complaissant, según
Espasa-Calpe, ni tuviere las mismas formas irregulares
que el verbo placer. 

Complacedero, ra. Complacedor, ra. Complacido, da.
Complaciente. Complacientemente. Complacimiente. 


         En la sección de Arte y Espectáculo
metropolitana de 1973 se señalaba lo “artístico” y lo
“comercial”. Había un teatro “de arte” y un teatro “de
cartelera”, un cine “de arte” y un cine “de consumo”;
arte o evasión. Antagonismo entre la verdad artística
y la invención publicitaria o promocional. Tales las
categorías. 

         Lo indudable estético y lo engañoso estético.


         Musicalmente se admitía un sonido contrastado
entre la “pesada” y la “nueva ola”. Esto fijó una
alternativa dogmática entre la música “progresiva” y
la música “complaciente”. Lo pesado comprendía a la
contracultura rock. Lo complaciente, en cambio, era
institucional. El encuentro era inevitable. Es de
advertir que lo complaciente era antiprogresivo. Tanto
como lo progresivo, anticomplaciente. 


         Haciendo teoría del arte había una música
-como una poesía y una filosofía- indudablemente
estética (“progresiva”) y otra, engañosamente estética
(“complaciente”).

         TODO ES COMPLACIENTE

         Políticamente, a medida de la consigna
Liberación o Dependencia, estos términos eran epítomes
de la descolonización o neocolonización del Tercer
Mundo. El modo de representación del oficialismo
aleccionaba con estilos y géneros referidos a lo bello
y lo ideal. El orden, el bien. Eso era lo
complaciente. La estética burguesa, la derecha.
Liberalismo o conservadorismo, nacionalismo,
clericalismo y militarismo; los “fachos”. El modo de
representación opositor, en cambio, desmontaba dicho
aleccionamiento, a través de lo feo y lo realista. La
acromonia, el mal. Eso era lo progresivo, lo
anticomplaciente. El realismo socialista, la
izquierda. Autoritaria o liberal, jacobina o
girondina, científica o sentimental, marxista o no
marxista, popular o intelectual; los “bolches”. Como
dos verdades o modos estéticos, a medida de fachos y
de bolches, complacencia y anticomplacencia remitían
imágenes oficiales y opositoras de una misma realidad.
Sin rendijas de ninguna índole. Como algo monolítico.
Muy completo para ser cierto. 


         Buscando acordar lo iniciático de su sistema,
con fines docentes Miguel Riglos advirtió lo
hipotético, cuanto de supuesto y de dudoso, podría
completar la alternativa dogmática
progresivo/complaciente o
complaciente/anticomplaciente. A tono con la IHV la
relación antagónica entre la verdad artística y la
invención publicitaria -lo indudable estético y lo
engañoso estético- insinuaba contradicciones que la
Iniciación debía resolver. Fue así que Riglos formuló
esta proposición teórica:   

         Cualquiera sea la figura, oficial u
opositora, todo es complaciente. 
 
         Comenzando por lo anticomplaciente. 

                    RIGLOS “TARDÍO”  

         La novedad cayó mal en los corrillos de la
vanguardia y la cultura alternativa. Especialmente
entre los sectores “progresivos” de la contracultura
rock postulados como paradigmas de la oposición
anticomplaciente. 

         Aunque el “último” Riglos inscribió el
principio de la complacencia en el reconocimiento
final de su "Iniciación teatral" (1973-74) como un
motivo menor, éste sería reformulado poco después a
nombre del Riglos “tardío”. Como arte complaciente,
una categoría entre el magismo y la degeneración, fue
dado a conocer en los ensayos de Arte y rebelión
contra el mundo moderno (1980). Vale su primera
transcripción:   

          SANGRANDO DE PLACER  

         “Por decisión personal Miguel Riglos no quiso
publicar, ni dejar escritas, sus concepciones sobre
arte. Técnica dramática, Integración de equipo e
Investigación del Hecho Vital (Laboratorio) son los
tópicos de su 'Iniciación teatral', lamentablemente
inédita. En ella había observado la vocación del arte
complaciente (un tema menor -después de todo-, dentro
de su sistema). Preferimos la designación de Riglos,
arte complaciente, a la de Collingwood, arte de
diversión; simplemente porque la crítica rigliana es
más precisa. 
         “Ante todo, ¿qué anima a la complacencia en
arte? La condescendencia, la transigencia. Cargamos
peyorativamente estos términos. Hay una transigencia
por lo blanco (placer) y otra para lo negro
(displacer). La complacencia del hombre moderno se
inclina tanto a la virtud como al vicio. Y ésta es la
cualidad más sobresaliente del arte complaciente: su
dualismo. Expuesto a la vecindad de la degeneración y
de lo mágico, siempre como término medio, recibe la
presión de una y la tensión del otro. Como
establishment el pensamiento complaciente es
promedial. Ello explica su igualitarismo democrático.
En el mejor de los casos, su público participa de la
convención. 
         “El público complaciente tolera la tragedia o
la comedia porque elude el drama. No integra ni
desintegra tradiciones. En su medianía es inofensivo.
Su obnubilación -lo único total que lo caracteriza- no
le permite descender a mayores profundidades, ni
elevarse tampoco. Como se ve, vegeta en lo ilusorio y
lo sonambulesco. Falto de espíritu, su ideario es
repetido y convencional; su discurso remite frases
hechas y lugares comunes; su estética suele ser
aparente y vacía. Su artista es contemplativo y
ocioso. 
         “El complaciente inculto propende a la
superstición; su contrapartida, el culto, no excede la
leyenda. Su conciencia lo induce al confort; en
ciertos casos a supuestas actitudes de protestas, a
rebeldías sin causa -siempre- en términos teóricos.
Existe, también, una industria de la complacencia: la
cultura de masas, el centimetraje, el exitismo y el
mundo oficial, en el arte, promovido por la
publicidad. Su capacidad de discernimiento es
-puramente- emocional, nostálgico. 
         “Riglos constató que, de todas las
configuraciones históricas la complacencia en el arte
es la más costosa de mantener. En efecto, su
producción se agota rápidamente. La fatiga de la
sustancia con que opera, la endeblez, es inevitable.
También advirtió Riglos que la renovación y la
supervivencia debían radicar en un arte mágico, el
cual enunciaremos en el próximo número”. 
Pájaro de Fuego. Septiembre 1980.   

         Aunque algunos datos luego fueron modificados
-"Iniciación teatral", v. g., se editó en 1994-
transubstanciado por ajustes y definiciones, el
principio rigliano de la complacencia artística y
conceptual sigue vigente. Aunque el modo de
representación del oficialismo ya no aleccione con
estilos y géneros referidos a lo bello y lo ideal -el
orden, el bien- sino a través de lo feo y lo realista
-la acromonia, el mal- asimilando al modo de
representación opositor, la hipotética alternativa
dogmática entre lo complaciente y lo anticomplaciente
continúa actualizándose. Poética y filosóficamente las
figuras continúan contentando y satisfaciendo
virtualmente. Als ob, come se. “Como sí...”. 

       En un juego de sustituciones. 

       Todo sigue siendo complacencia; arte
complaciente.   
                         EAF/2002



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