| Ricardo Bello on Sun, 6 Apr 2003 06:53:01 +0200 (CEST) |
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El Nuevo Desorden Mundial
por Ricardo Bello aracal@well.com
Bruce Sterling es uno de los mejores escritores norteamericanos de
la actualidad, aún cuando se le asocie a la ciencia-ficción, una categoría
generalmente relegada a un segundo lugar en la jerarquía de las letras.
Tiene nueve novelas en su haber, tres de las cuales han sido seleccionadas
como Libro del Año por el influyente periódico New York Times, entre ellas
Fuego sagrado (Holy Fire), una visión de la sociedad del futuro controlada
por una élite gerontocrática; y Clima pesado (Heavy Weather), un relato
ubicado en un futuro plagado por desórdenes climatológicos asociados a la
crisis ecológica. Sterling ha escrito además tres colecciones de cuentos y
dos libros de ensayos, entre ellos The Hacker Crackdown, el más
espectacular informe sobre el delito en la era informática.
A finales del año pasado publicó El mañana hoy, reconociendo los
próximos cincuenta años (Tomorrow Now. Envisioning the Next Fifty Years,
Random House, 2002), donde examina el futuro a partir de una clasificación
de la edad del hombre elaborada por William Shakespeare en su comedia As
You Like: el infante, el estudiante, el amante, el soldado, el
administrador de justicia o gobernante, el hombre de negocios y la vejez.
El futuro entendido a partir de una sola constante: la experiencia humana.
La sección sobre el niño tiene que ver con la genética, la reproducción y
la microbiología; la del estudiante sobre las redes y los nuevos paradigmas
escolares; al hablar del amante encontramos una reflexión sobre nuestra
pasión por las cosas; el capítulo sobre el soldado versa sobre la guerra y
los riesgos de seguridad de las próximas décadas; al leer sobre el
administrador de justicia nos topamos con los medios y las relaciones de
poder; luego viene un examen de la economía en la era de la información y
finalmente una reflexión sobre el fin, tanto de la vida individual como de
la especie humana. Todos los capítulos son excelentes, pero el del
gobernante nos llamó poderosamente la atención por encontrar ahí, de una
manera sorpresiva y agradable, pues aún las pesadillas tienen su encanto,
siempre y cuando se sepan analizar, un retrato perfecto del horror que ha
implantado el chavismo en nuestro país.
La política contemporánea viene en tres sabores básicos, argumenta
Sterling: tecnocrática, activistas de la nostalgia y los bizarros. Los
tecnócratas corresponden al menú favorito de casi todas los modelos
exitosos: Al gore, Gerhard Schroeder, Tony Blair, George Bush padre o
Lionel Jospin; todos comparten una visión post-ideológica y sin mucho
colorido, carente de visiones grandilocuentes de la historia. Son
funcionarios públicos sin llamativos compromisos ideológicos, sin sueños
llenos de colores o grandes palabras, sin Revolución con mayúscula, sin
Grandes Pasos Adelantes ni la referencia al Hombre Nuevo, como acostumbraba
llamarlo el Che. Sus modelos políticos son sencillos y funcionales: una
contabilidad transparente, estabilidad de precios, un sector público
reducido, presupuestos balanceados, mercados abiertos de capitales, un
banco central políticamente independiente, una moneda totalmente
convertible, telecomunicaciones y prensa en manos privadas, activos
industriales propiedad de capitales foráneos y por lo general,
privatización de todo aquello que pueda ser privatizado. Todo sin
atrocidades, campañas de persecución o violencia callejera. Por otro lado
tenemos los Activistas Nostálgicos: tienen mucho colorido, les gusta
recibir abundante centimetraje en la prensa y pasar horas en la televisión,
sin que su esfuerzo publicitario se corresponda a un desempeño real en el
campo de la economía. El pragmatismo de la política contemporánea, escribe
Sterling, exige una separación de la ideología del ejercicio del poder. El
activismo puede cumplir un papel, pero la separación entre su campo y el
del gobierno irá formando linderos institucionales que serán respetados en
el futuro. Una situación paralela ocurrió en el siglo XVIII cuando la
Iglesia se separó del Estado; las ideologías, del mismo modo, se
desplazarán al área cultural sin entorpecer el funcionamiento del Estado.
Los mercados de capital terminarán por considerar todo sentimiento
patriótico como un síntoma de megalomanía. Estos mercados retirarán su
dinero, tal como lo han hecho en Venezuela, a la velocidad de la luz al
primer indicio de fanatismo ideológico. Los zelotes, aquellos extremistas
judíos a comienzos de nuestra era o sus contrapartes en el mundo actual,
empeñados en una visión de la justicia en abierta contradicción con la
realidad, difícilmente podrán atraer capitales foráneos a sus países.
Una de las maneras de identificar a los Nostálgicos es observar su
relación con la tecnología. Los tecnócratas, por ejemplo, funcionan porque
apoyan la inventiva. El gobierno venezolano despidió a raíz de la huelga
petrolera a 70% de todos los PhD que laboraban en PDVSA. Los tecnócratas
son capaces de abandonar las certezas ideológicas de siglos pasados y se
atreven a exponer a sus países a intensos niveles de inestabilidad
postindustrial. El efecto Zombie llama Openheimer al modo como Fidel Castro
manipula a su país: deben apoyar la Revolución, deben seguir con el
proceso, de lo contrario vendrán todos esos cubanos educados en los Estados
Unidos y les quitarán sus casas y trabajos. Una sociedad que padece a
gobiernos dependientes de la ideología terminará por convertirse en los
bajos fondos de países con éxitos, en lugares donde prospera la guerrilla,
el narcotráfíco, la corrupción, el autoritarismo y la prostitución. El
petróleo no es economía, la dependencia de un recurso natural no-renovable
no es garantía de nada. Sólo la empresa privada y las inversiones foráneas
serán capaces de darle trabajo a nuestra población, pero mientras estemos
rumbo a una Utopía, mientras los Románticos de la política dirigan las
riendas del país, no podremos. Los Activistas de la Nostalgia forman los
núcleos de ese Nuevo Desorden Mundial. Nunca pensé que Sterling, un autor
que he admirado durante varios años, fuera capaz de realizar el mejor
retrato que he leído recientemente del régimen del Teniente Coronel Chávez.
El poder no corrompe, corrompe el miedo a dejar el poder y la seducción que
éste ejerce en las mentes de los activistas nostálgicos es demasiado
fuerte. Debemos ayudarlo a superar ese miedo. No somos chavistas, no los
trataremos injustamente. Nuestro compromiso no es romántico ni sagrado,
sólo queremos prosperidad.
El tercer grupo de la política contemporánea analizada por Bruce
Sterling, para finalizar esta nota, se refiere a los Bizarros, un grupo que
se me confunde con el anterior cuando pienso en Venezuela. Son los
ecólogos, los rojos y otros que generalmente sacuden los medios con ráfagas
de escándalo y terror. Son las acciones que estremecen a la sociedad por su
cinismo, por la corrupción de todos los ideales, con una carga de
desaliento y transgresión casi insoportable, algo así como el
descubrimiento de la infidelidad en un matrimonio. Los bizarros crean el
pánico moral, sus actos son llamativos, pero no dejan consecuencia alguna,
nadie se sienta al final más seguro o feliz por ellos. No se soluciona la
injusticia, no se corrigen los errores, nada mejora. Todo se vuelve una
orgía pública donde la gente se jala los pelos. Pero el pánico moral no es
capaz de sentar cabezas o gobernar. Nada pasa. Nunca.
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