gmartu on Mon, 7 Apr 2003 22:19:10 +0200 (CEST)


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[nettime-lat] 100 Millones de muertos....y faltan


Dónde están los libros que no se pueden conseguir ???

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CIEN MILLONES DE MUERTOS

Las revelaciones de El Libro Negro del Comunismo

(Robert Laffont, París, noviembre de 1997; traducido al español por
Planeta/Espasa, 1998)

Texto tomado de Méjico.



      La reciente aparición en Francia de El Libro Negro del Comunismo ha
puesto sobre el tapete uno de los más grandes tabúes de la vida pública
europea: las responsabilidades criminales del comunismo. Los autores de esta
libro demuestran, con los datos en la mano, que el número de muertos
causados directamente por el comunismo en todo el mundo supera los cien
millones de víctimas. A partir de ahí, las preguntas son inevitables: si el
comunismo ha demostrado ser la doctrina política más criminal de la
historia, ¿por qué nadie reclama un juicio para el comunismo? ¿Por qué el
comunismo sigue gozando de cierta presentabilidad social? Al fondo es fácil
descubrir prejuicios y tabúes. La realidad, sin embargo, es
incontrovertible.



      Le Livre Noir du Comunismo es un estudio de tamaño considerable -846
páginas- en las que han colaborado varios autores y que está destinado a
convertirse en obra de consulta obligatoria para todos aquellos que quieran
profundizar en el fenómeno más trascendental del siglo XX: el comunismo. La
traducción española ha corrido a cargo de un equipo dirigido por Cesar
Vidal. Desde la aparición del clásico sobre el tema, la obra de Robert
Conquest El gran Terror, nunca se había publicado un libro tan rico en datos
como El Libro Negro del Comunismo.

      LAS CIFRAS DEL TERROR



      El Libro Negro es una compilación de colaboraciones de diversos
especialistas. El director de la revista Comunismo, Stephane Coutois,
estudioso del sistema marxista-leninista, es el autor del primer trabajo,
breve pero enjundioso estudio a guisa de presentación de la obra. Se titula
"Los Crímenes del Comunismo" y, entre otras cosas, ofrece esta relación del
número de víctimas causadas por los sistemas y partidos comunistas en todo
el mundo:



      PAIS O REGION  MILLONES DE MUERTOS
      Unión Soviética 20
      China 65
      Corea del Norte 2
      Camboya 2
      Africa 1.7
      Afganistán  1.5
      Vietnam  1
      Europa del Este  1
      Iberoamérica 0.150
      Movimiento comunista internacional y partidos comunistas en la
oposición  10



      Aunque en el libro se ofrecen diversas "contabilidades", el total de
víctimas del comunismo supera el número de 100 millones de muertos. En
proporción con el número de habitantes, la mayor cifra corresponde a
Camboya, donde Pol Pot exterminó a un tercio de la población.

      A estas cifras, Coutoirs suma lo que califica acertadamente como
"crímenes contra la cultura". Stalin hizo demoler centenares de iglesias.
Ceaucescu destruyó el corazón histórico de Bucarest para levantar nuevos
edificios y trazar perspectivas megalomaníacas. Pol Pot hizo desmontar
piedra a piedra la catedral de Phnom Penh y abandonó a la jungla los templos
de Angkor. Durante la revolución cultural maoísta, fueron destrozados o
quemados por los guardias rojos.

      ¿Cómo ha sido posible que los mayores genocidios de la historia no
hayan merecido no ya un nuevo Nuremberg, sino, simplemente, la condena del
mundo entero? Para Courtois, la impunidad de los crímenes del comunismo "no
sólo fue posible por la fuerza de la Internacional Comunista y de los
partidos comunistas locales", sino también por el silencio cómplice de
muchos: "entre los años cincuenta y setenta, cientos de miles de hombres han
incensado al gran timonel de la revolución China, por ejemplo, como antes
ocurrió con Lenin y después con Stalin.

      El autor señala que los métodos puestos en marcha por Lenin respecto
al terror -no olvidemos que Djerzinsky crea la CHEKA a los dos meses escasos
del golpe de octubre, y que el gulag es creación leninista, luego
perfeccionados por Stalin y sus émulos-, no sólo recuerdan en mayor escala
los métodos nazis, sino que son muy anteriores. Pero después de 1945, la
designación del nazismo vencido como "mal absoluto" hizo que "la victoriosa
Unión Soviética" y el comunismo basculasen casi mecánicamente en el campo
del bien" Por otra parte, insiste Courtois, "sus símbolos (bandera roja, La
Internacional, puño levantado) resurgen detrás de cada movimiento social de
envergadura. El Ché Guevara vuelve a estar de moda". La razón última la
constituye la persecución de los judíos por los Nazis. Focalizando la
atención sobre una atrocidad, se logra impedir la visión de otras realidades
incluso más gigantescas en el mundo comunista. "¿Como imaginar -pregunta
Coutois- que aquellos que mediante su victoria han contribuido a destruir un
sistema genocida (1), hayan podido practicar también esos métodos?.

      EL CASO SOVIÉTICO

      Después de tan sustancioso prefacio, Nicolás Werth, profesor de
historia dedicado al estudio de la URSS, titula la primera parte de la obra:
"Un Estado contra su pueblo". En ella analiza las violencias, las
represiones y el terror en la Unión Soviética. La tragedia sufrida por el
pueblo ruso desde la implantación del terror rojo hasta la salida del
estalinismo queda descrita con rigor y minuciosidad. El análisis del terror
desde el establecimiento de la CHEKA -que posteriormente sería la GPU, la
OGPU, el NKVD, la KGB.está muy pormenorizado. El autor lo señala como un
terror no ciego y brutal, sino científica y fríamente aplicado. Nada de
pasiones; habrá "excesos de celo", pero el terror será organizado. Y
dirigido no sólo contra los combatientes del campo enemigo, sino contra los
"enemigos del pueblo". Concepto tan amplio que permitirá exterminar a
cualquier opositor. El objetivo no es exterminar sólo al enemigo
combatiente, sino a la entera clase social a la que pertenece. Así, en las
instrucciones a los chekistas se les dirá que no deben plantearse si el
detenido es culpable o inocente, sino cual es su clase social.

      Por otra parte, este concepto de "enemigo de clase" será elástico, y e
n él también se incluirá a los trabajadores que osan discrepar del poder
soviético y se defienden con el arma de la huelga: entre el 12 y el 14 de
marzo de 1919, vencida ya la resistencia de los " Guardias Blancos", se
ejecutará a unos dos mil obreros de Astraján -cerca de la desembocadura del
Volga- que estaban en huelga. Para que el escarmiento sea mayor, se embarca
a los huelguistas junto a prisioneros blancos, se les cuelga una piedra al
cuello y se les arroja al Volga. Un procedimiento que tiene antecedentes en
la Revolución francesa, en la represión de La Vendée. También serán comunes
las represiones contra los mineros y los marinos, como los de Kronstadt.

      Werth especifica con claridad y amplitud los métodos de la represión,
su dureza, su acentuación con la guerra civil, la utilización del hambre
como arma política, métodos que Stalin perfeccionaría a mayor escala en los
años treinta. Así se procede -señala el autor- a la "masiva confiscación de
las cartillas de racionamiento, pues una de las armas mas eficaces del poder
bolchevique será el arma del hambre". Este capítulo del hambre programada
requiere mayor comentario. Ya antes de la revolución, Lenin había afirmado
la necesidad de "destruir la economía campesina y provocar el hambre", pues
esto nos acercará a nuestra meta socialista. El hambre destruye no solamente
la fe en el Zar, sino también la fe en Dios". En 1922 declarará que el
hambre era beneficiosa porque "golpea mortalmente la cabeza del enemigo",
que era entonces la Iglesia Ortodoxa. Las crisis de las cosechas de 1927 y
1928 permitieron a Stalin abrirse camino hacia el poder absoluto e imponer
la colectivización agraria forzosa. El hambre planificada en Ucrania entre
1932 y 1933 causará nada menos que seis millones de muertos.

      Los campos de concentración datan de fecha tan temprana como 1922. Se
establecen en el archipiélago de las Solovki, cinco islas del Mar Blanco.
"Los campos especiales del archipiélago de las Solovky -escribe Werth- serán
la matriz de otro archipiélago en gestación, un archipiélago inmenso a la
escala del país continente entero: el archipiélago Gulag". El autor aporta
documentos originales, entre otros los correspondientes a la época del gran
terror de los años 1936-38. El dossier de un acusado entre millones resulta
esclarecedor: un modesto campesino es acusado porque su padre fue un rico
comerciante- luego empobrecido- treinta y cuatro años atrás; por tal "razón"
se le considera hostil al sistema soviético, es detenido, juzgado y
ejecutado.

      Mención aparte merecen los desplazamientos de poblaciones enteras,
como los efectuados durante la "deskulakización" de 1930 (los kulaks eran
campesinos libres, no siempre de posición holgada, pero que sólo dependían
de sí mismos). Los presos fueron transportados a miles de kilómetros de sus
tierras en lentos trenes de mercancías en el interior de vagones de ganado
donde se hacinaban cuarenta personas y de los que no salían durante semanas.
La mortandad fue terrible por la falta de higiene, el hambre, las
enfermedades y el frío, durante semanas permanecían detenidos los vagones en
estaciones de clasificación. Cada tren constaba de 53 vagones. Estos
transportes se perfeccionarían en los años siguientes, y especialmente entre
el periodo 1943-44 cuando fueron deportados pueblos enteros (tártaros,
Kirguises, kalmukos) sospechosos de connivencia con el invasor alemán.

      EUROPA

      Respecto a la parte dedicada a España, demasiado sumaria, el estudio
está muy bien documentado de lo que concierne a la represión comunista
contra la ultraizquierda durante la guerra civil: los anarquistas catalanes,
el POUM, el asesinato de Andrés Nin. se evidencian los excesos represivos de
Líster y el Campesino en Castilla. Se subraya cómo el ministro soviético
Rosemberg asistía a los Consejos de Ministros del gobierno en 1938. Y se
aportan tres datos esenciales: se confirma que la policía política del bando
republicano se hallaba completamente controlada por la NKVD soviética; se
insiste en el funesto papel de Dolores Ibárruri ( de la que se cita una
ilustrativa frase: "Más vale condenar a cien inocentes, antes de que escape
un solo culpable") y se demuestra el carácter total, única y exclusivamente
estalinista de las Brigadas Internacionales. Es comprensible que los medios
de la cultura oficial española, que todavía hace pocos meses homenajeaban
sin continencia a las Brigadas Internacionales y la Pasionaria, hayan
aireado poco el contenido de este Libro Negro.

      La parte tercera de la obra: "La Otra Europa, Víctima del Comunismo"
está a cargo de Andrzej Paczkowsky, vicedirector del Instituto de Estudios
Políticos de la Academia de Ciencias de Polonia y del Historiador checo
Karel Bartosek. El primero de ellos analiza el terrible drama de su patria,
Polonia, considerada por los soviéticos "nación enemiga". Paczowsky relata
cómo incluso el propio partido comunista polaco fue objeto de purgas hasta
un grado desconocido en otras latitudes; eliminado y deshecho por los
camaradas de Moscú. Respecto a Bartosek, analiza la represión comunista en
los otros países de la Europa del este: el exterminio de aquellos no ya
opuestos al marxismo-leninismo, sino, simplemente, considerados "enemigos de
clase", en Hungría, Rumania, Checoslovaquia, Bulgaria, Yugoslavia. Bartosek
se interroga por qué los enormes crímenes cometidos permanecen impunes,
abundando en la opinión de quienes sugieren un nuevo Nuremberg. Se ha
afirmado hasta la saciedad que los "crímenes contra la humanidad" no
prescriben, pero lo cierto -escribe Bartosek- es que "el castigo de los
culpables no ha sido aplicado a tiempo ni de modo apropiado". El autor
propone, a título personal, una solución que puede parecer algo utópica,
como el procedimiento realizado en Alemania al abrir los archivos de la
Stasi, la antigua policía política de la República democrática:
responsabilizar a cada uno, a cada ciudadano, de instruir su propio proceso.

      ASIA: MASACRE Y REEDUCACIÓN

      Los comisarios de Asia ("Entre la Reeducación y la Masacre")
constituyen la cuarta parte de la obra. Los historiadores Jean Louis
Margolin y Pierre Rigoulot examinan el terror en China, Vietnam, Camboya y
Laos. Los comunismos asiáticos, respecto a los europeos, presentan ciertas
características especiales: la simbiosis entre sus particularidades propias
y el marxismo-leninismo, la mezcla de soviétismo y nacionalismo. Así, quien
porcentualmente ha sido tal vez el mayor criminal de la historia, el
camboyano Pol Pot, unía a un marxismo-leninismo primitivo, poco adulterado,
una peculiaridad del grupo jemer nada marxista sino clasista y aun
discriminatorio, pues los jemeres se consideraban superiores a otras etnias
camboyanas. Esta extraña combinación creó algo nuevo. Poseído por el afán de
crear un hombre nuevo mediante el exterminio de gran parte de la sociedad,
Pol Pot llevó su furor a consecuencias extremas. En Camboya se detiene y
ejecuta de forma crudelísima a los "contrarrevolucionarios": antiguos
políticos, militares, periodistas, policías, funcionarios, profesores. Todos
eran sospechosos simplemente por haber cursado estudios primarios. Algunos
incluso -y esto resulta casi increíble-, por llevar gafas, pues tal cosa
para Pol Pot, denotaba pertenecer a la intelligentsia , clase que debería
ser exterminada para que los jemeres rojos creasen una nueva Camboya. En
1975, cuando Pol Pot toma el poder, la población camboyana se calculaba en
unos seis millones de personas; en 1997, la población se reducía a tres
millones ochocientos mil habitantes. Más del 30 por ciento de la población
fue exterminada. De tal proporción que no hay Parangón en la historia.

      Los autores de esta cuarta parte dedican una especial y lógica
atención al comunismo chino, y a esa trágica figura que fue Mao Tse Tung
(Mao Zedong en la nueva grafía impuesta por el sistema comunista): sus
numerosos crímenes, la implantación del Laogai --l gulag Chino- y su
peculiar sistema de fábricas-prisión, donde a la vez que se ejerce la
reeducación de los presos, se les hace trabajar en condiciones infrahumanas
para elaborar productos frecuentemente destinados a la exportación.

      Bajo las órdenes personales de Mao (el gran timonel) se elimina a
todos los habitantes de Keichek, "enemigos de clase" , tras vencer en guerra
civil a Chiang Kai Chek. Antes, durante la guerra con Japón, mientras las
tropas de Chiang se desangraban frente al invasor Nipón, Mao se inhibe de la
guerra y se reorganiza, se hace más fuerte y dedica el ochenta por ciento de
sus fuerzas a afianzarse y a eliminar a los oponentes futuros. Después el
triunfo maoísta en la guerra civil producirá millones de muertos en
ejecuciones sumarias, generalmente públicas -tal y como se sigue haciendo en
China en 1999- a modo de escarmiento, para atemorizar a cualquier hipotético
disidente. En 1957, Mao, con el estúpido aplauso de los compañeros de viaje
occidentales y tantos "tontos útiles", lanza el movimiento de las cien
flores: "Dejad que cien flores florezcan", que cien escuelas de pensamiento
discutan". Así asoman a la luz pública numerosos intelectuales con sus
criticas al partido. Y entonces Mao golpea de forma inmisericorde a aquellos
intelectuales que se atrevieron a romper su silencio. Unos cien mil
intelectuales descubiertos como "derechistas" fueron enviados a Laogai.

      Capítulo aparte merecería la denominada revolución cultural de 1966,
cuyo verdadero motivo era la "purga" en el interior del partido comunista y
la aniquilación de los oponentes de Mao. La revolución cultural lanza a los
"guardias rojos" -que ,a su vez ,serán aplastados en 1968 por sus "excesos"
a la más tremenda destrucción: se pierden milenarias obras de arte, se
destruye cualquier vestigio de confucianismo, se persigue a cualquier
individuo que simplemente haya exteriorizado gustos refinados. Es el caso de
un profesor de Música que interpretaba a Mozart: los guardias rojos le
romperán las muñecas para purgar su delito. El Laogai se llena no sólo de
"reeducados teng" , burgueses, sino de altos cuadros del partido: el mismo
Deng Xiaopin será humillado públicamente y ridiculizado ante cientos de
guardias rojos. A los intelectuales -catedráticos, investigadores, químicos,
médicos, etc.- se los destina sistemáticamente a limpiar las letrinas de los
campos de concentración. Y aún tendrán suerte: un millón de personas serán
ejecutadas.

      TERCER MUNDO

      La quinta y última parte del Libro Negro está dedicada al tercer
mundo. Sus autores son Pascal Fontaine , periodista especializado en
Iberoamérica; el historiador Yves Santamaría, y Sylvain Boulouque. Resulta
especialmente llamativo el caso del totalitarismo cubano, cuya eficacia en
la represión sigue los acreditados métodos soviéticos. En lo relativo a los
campos de concentración, en Cuba se crea una adaptación de las fábricas
prisión Chinas o del gulag soviético: las UMAP (Unidad Militar de Ayuda a la
Producción) donde son internados tanto los "enemigos de clase" como los
"desviacionistas" en el seno del partido, sometidos a una durísima
disciplina, torturas, subalimentación, etc. Las UMAP terminarían siendo
cambiadas de nombre y transformadas en prisiones de seguridad bajo el
control de la policía política.

      También se analiza el fracaso del proyecto totalitario de Nicaragua,
el terror -con evidentes similitudes camboyanas- de Sendero Luminoso
peruano, los afrocomunismos de Etiopía, Angola y Mozambique, y el
sufrimiento impuesto al pueblo de Afganistán.

      En definitiva El Libro Negro Comunismo es una obra de importancia
capital. Naturalmente, la "policía del pensamiento" ha intentado
silenciarlo, ya que no es posible negar las evidencias resaltadas: la
"reeeducación" para conseguir el "hombre nuevo" ha sido una característica
básica de la Unión Soviética de Stalin, de la China de Mao, de la Cuba de
Castro; los crímenes de Pol Pot son horrendos, los inmensos sufrimientos
causados al pueblo son innegables, no admiten discusión. Pero, por
gigantesco que haya sido el daño, por enormes que hayan sido las cotas
históricas de inhumanidad alcanzadas, los teóricos del " hombre nuevo"
seguirán considerando que se trata simplemente, del duro precio a
pagar -cueste lo que cueste- para lograr su objetivo.

      En una discusión mantenida por Lenin con algunos miembros del Comité
Central, éstos le reprochaban que un determinado proyecto leninista se
oponía a la realidad. Lenin les contestó: "lo siento por la realidad".
Similar es la actitud de quienes, aun a estas alturas, siguen cerrando los
ojos ante los crímenes del comunismo.







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