Silvestre BYRON on Mon, 21 Apr 2003 00:03:13 +0200 (CEST)


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[nettime-lat] EAF/Liber - EL MITO DE LA SANGRE


                       EAF/Liber
        Arte y rebelión contra el mundo moderno
                 EL MITO DE LA SANGRE

     Iberoamérica, Hispanoamérica, Latinoamérica; en
suma, la América latina. América hispana, la América
española. Un eje geográfico y étnico (multicultural)
que cruza de México a Buenos Aires uniendo dos
subcontinentes. 
     Aunque el segundo modo político de Arte y Estado
concluye tres antagonismos coexistentes como nueva
constante del poder en América latina: la comunidad
feudal estamental, aristocrática e integrista como
tendencia residual a perimida (premoderna), la
sociedad nacional clasista, burocrática y liberal como
tendencia dominativa a residual (moderna), y la
superación o crisis de la sociedad nacional de niveles
ocupacionales, tecnocrática y operativa o eficientista
como tendencia emergente a dominativa (posmoderna), el
apartado Modo Latinoamericano señala dos mapas
trazados por temperamentos antagónicos. Una región
septentrional poblada por la América sajona (el
“espíritu” yanqui) y una región meridional poblada por
la América latina (el “genio” criollo). Todavía más,
también señala un conflicto heredado del Viejo Mundo
europeo entre descendencias y coronaciones de la
«substancia sajona» (el “espíritu”) y la «flor latina»
(el “genio”) contrastando modos de ser. Desde un
existir «tradicionalista» o «progresista» según modos
de ser coloniales o liberales, vernáculos o
cosmopolitas, indígenas e hispánicos o europeos y
estadounidenses. Históricamente el contraste se
planteó como un error histórico durante la integración
y consolidación de las sociedades nacionales, entre la
Independencia y la Organización de las repúblicas
latinoamericanas. 
     Estos temperamentos sostienen el antagonismo
“espíritu” yanqui/ “genio” criollo; substancia
sajona/flor latina; tradicionalismo/ progresismo. ¿Hay
un «oficio» de ser criollos y latinoamericanos? 
     Asimismo se justifica al desierto del eje
argentino-mexicano entre un «mal argentino» y un
«trauma mexicano». ¿Un diagnóstico capaz de handicapar
al “genio” criollo? La criollez, ¿algo más que una
cruza de etnias? Lo amerindo, la negritud y lo
europeo. El mestizaje. Un encuentro de etnias que
generan el mito de la sangre. Sin pureza racial ni
superioridad étnica, el “genio” criollo es el primer
aporte de las Américas a la cultura humana.
¿Sublime? Con agregados de fisicalismo, biologicismo,
mecanicismo, energetismo o geografismo, la sociología
naturalista del mundo moderno calificó al ser
latinoamericano haciendo organicismo y racismo; aparte
del darwinismo. La criollez sublimada como un mérito.
El engrandecimiento de la etnia como una calidad
endiosada que el nacionalismo capitalizó como masa de
maniobra y oposición política. En estos términos
también se consideró al panamericanismo del
continente. La criollez como una especie de raza
elegida o de linaje supremo.
     En contradicción al dogmatismo naturalista, el
ensayo teórico “La integración cultural
latinoamericana” de Fernando L. Sabsay (Boletín de
Difusión Académica. Trabajo N° 5/96) destaca el
principio de un “trabajo-cultural” a partir del
mestizaje y el mito. Asimismo postula al arte mágico
como un dispositivo plectral que relaciona
estéticamente a la América latina como algo único y
plural.

     En el apartado “Vigencia de la cultura en el
desarrollo del hombre”, se describe el universo
cultural como una inherencia del hombre en su
necesidad de exteriorizar dignificando el existir
suministrando calidad de vida y una experiencia del
mundo cimentada en la ética y la moral. La historia de
la humanidad es la historia de su cultura a manera de
una identidad que caracteriza a los individuos en una
comunidad y un estilo claro y diferente. Por una
cuestión de poder (cultural) tanto la cultura
artística e intelectual como la cultura científica y
técnica apuntan a transformar la calidad de vida.
Modos de relación social, sistemas de propiedad,
reglas de parentesco, costumbres, usos sociales,
ordenamientos jurídicos. Con todo, no hay una cultura
universal sino culturas en plural. Siendo que el
individuo particulariza en diferentes tipos humanos y
cada uno es dueño de una particular concepción del
mundo. Cada cultura particular es configurada acorde a
la concepción del mundo de la comunidad
correspondiente.
     En “Interpretación de la cultura latinoamericana
para la integración”, se sostiene que la primera
identidad está ligada a la propia tierra y a la
familia manifestando culturas regionales. Hay un
fenómeno multicultural. Así como no hay culturas
aisladas tampoco son dables culturas enteramente
originales. Lo multicultural implica influencias
recíprocas. Luego, la integración no implica
unificación. El proyecto latinoamericano procura
integrar gradualmente, salvaguardando idiosincracias,
particularidades y respectivos valores nacionales: los
matices del idioma, las tradiciones, las instituciones
características.
     En “Mestizaje” se reconoce una síntesis cultural
con componentes indígenas, africanos y europeos. A
tono con lo multicultural, el mestizaje supone un
elemento sintético que conforma la unidad en la
diversidad desarrollando la actividad del hombre
latinoamericano. La estética, con su carácter
simbólico y ético subyacente, cofirma la validez de
esta proposición. El hombre latinoamericano es mestizo
con un carácter especial: está buscando sus orígenes.
Latinoamérica es, simultáneamente, una y plural. La
unidad se justifica en un origen común. En un pasado
de desencuentros compartidos donde la homogeneidad de
sus elementos culturales (religión, lengua, costumbres
sociales) destacan –operativamente- distintas culturas
(identidades) nacionales. Es una prosecución dinámica
estructurada y diseñada con el tiempo. Al fin, una
síntesis entre lo tradicional y lo moderno. 
     “Existe una proyección de lo latinoamericano en
el mundo, uno de los mayores intentos de integración
cultural que se conocen” señala Sabsay. La región
manifiesta homogeneidad en lo cultural y diversidad de
sus representaciones con una aguda intuición de
unidad. “La cultura latinoamericana, agrega, implica
una adhesión vital a las formas de creación y de
relación social comparada con otras culturas de
Occidente”. Hay también una tradición latinoamericana
“de síntesis” dotada de una variada simbología
universal. Subyacentes, tales símbolos verifican una
función comunicante, normativo, en el mundo del mito y
la religión. “¿Acaso no son el arte, la mitología y
religión formas de conciencia social que contienen la
estructura del inconsciente primordial; el paradigma
específico de cada cultura?”
Un poco más y profundizando en lo inconsciente del ser
mestizo, es posible descubrir ese texto subyacente
apelando al lenguaje y, además, al metalenguaje. A
significaciones situadas más allá de lo consciente. En
la región misterial del arte como representación
(simbólica) esencial de la actividad humana, en la
experiencia artística como “vía de acceso”.
Queda claro que el mestizaje latinoamericano se define
por lo biológico y lo cultural. Hay un mestizaje que
se concreta en un “discurso mestizo”; el discurso como
razón básica de la cultura, como instrumento
primordial. Tanto así que el mestizaje latinoamericano
es una mutación cultural que genera un nuevo sujeto
histórico y un nuevo discurso. En concordancia, por
otra parte, con modalidades peculiares según
localismos. 
     Si algo caracteriza la cultura artística mestiza
es un retorno a los orígenes buscando revitalizar su
identidad histórica. Sedimentada en el mito, la
aptitud simbólica (mitoplástica) funciona como una
certeza histórica, un retorno de lo reprimido,
constituyendo su eterno presente. Antropológicamente,
lo europeo en América significó un encuentro de
culturas. Bélico primero, de confrontación cultural
después y; por último, de fusión y concreción de un
nuevo ser: la cultura mestiza y el mestizo.
     La cultura europea trajo su discurso, su unidad
idiomática, axiológica y religiosa como portador de un
lenguaje estructurado expresado en palabras y en
conductas cristalizando un “texto” general que intentó
imponer sobre otro ya existente. Así lo indígena
sobrevivió, pulsándolo, bajo un nuevo orden
dominantivo. De este modo, sobre un texto aparece
otro, subterráneo, desarrollado inconscientemente a
través del tiempo. Aflorando y superponiéndose con el
discurso dominativo.

     Sorprende en un autor moderno, con una estructura
de pensamiento científica como la de Sabsay, el
reconocimiento de un elemento de orden tradicional
como el mito en “La integración cultural
latinoamericana”. Después de sostener la “vigencia” de
la cultura en general y una “interpretación” de la
cultura latinoamericana en particular plantea la
alternativa mito/razón analítica.
Comienza destacando los “grandes mitos” del Nuevo
Mundo: El Dorado, las siete ciudades de Cibola, la
Fuente de Juvencia, las selvas de las especerias, las
amazonas, las quimeras como un dispositivo plectral
que opera símbolos, arquetipos, hechos históricos.
Asimismo, representaciones de la plástica universal,
referencias semánticas, etimológicas. Todo apremia una
creación social, lo latinoaméricano. Sabsay ensaya una
vindicación del sujeto “mito” en cuanto fenómeno de
difícil acceso lógico y, por lo demás, incoherente en
el desarrollo de sus contenidos. Como factor
coadyuvante de la integración estética; lo mítico a
modo de respuesta a su asombro frente al mundo y
frente a sí mismo mediante la emoción y la magia, como
algo emergente de su profundidad. Búsqueda,
explicación, fenómeno natural o humano. Lo mítico, por
otra parte, en calidad de sucedáneo de carencias y
falta de plenitud. El enigma, el misterio, lo inefable
del ser y sus profundidades, los ribetes de la
intuición, la transmutación y la variedad, lo único en
lo disperso, la libertad del sueño y el vuelo de la
indiferenciación en un sentimiento panteísta de lo
subjetivo, constituyen el espacio mítico.

     Se considera que, para ser completa, cualquier
filosofía de la cultura ha de comprender -en lo
esencial- el factor mitológico dado que proyecta la
existencia a lo sagrado. Por él se accede de lo
cotidiano a un mundo transfigurado por la imaginación
como una comprensión diferente. Lo mítico así que
tiempo primordial en el cual todo comenzó a ser. El
mito que no deviene únicamente del deseo sino del
temor al vacío, al sentimiento de intrascendencia y
fugacidad de lo humano, también recorta una
determinada zona de la vida colmándola de
significación para proyectarla a la esfera de lo
durable. Quitado de lo cotidiano, hay hechos
representados en imágenes, fijados en el espacio como
modelos para emular o para salvar contradicciones.
Aunque el mito surge de lo emocional, no es la emoción
sino su representación: la conversión de un
sentimiento en imágenes.
     La justificación sostiene que, originariamente,
no hubo historia sino historias. Esto es, hechos de
relativo valor y vivencias más o menos significativos
y fundacionales que integrarían el universo del mito y
una conciencia mítica que vivenciaba todo
incorporándolo a un discurso y un decurso, fundiendo
–además- el tiempo de la memoria con un precedente
tiempo sin memoria. Opuesta al mito, la razón
analítica reivindicó como propios los niveles más
primarios o evidentes de la realidad avanzando
metódicamente sobre lo profundo y lo misterial.
Estableciendo causas y efectos, la razón analítica
descalificó el mundo del símbolo y sus leyes oscuras y
ambiguas.

     Se establece una relación entre el mito y la
historia como términos complementarios. La historia en
tanto sucesión de hechos registrados y un orden
preciso impuesto a los hechos y a los que confiere
significación. Por una cuestión paradigmática el mito
es el fundamento mismo de la historia. Un factor que
confiere sentido a la oscuridad del pasado, presente y
futuro. 
     Externo al espacio consagrado del mito no hay
posibilidad de permanencia ni profundidades abisales.
Lo mítico resiste al tiempo. Tanto fuera por ser
sedimento del mismo o por acontecer en un tiempo
inacabable, hay un Gran Tiempo que remeda o define a
la eternidad. 
     Lo mítico no manifiesta una actividad práctica
sino representacional. En todo caso, transmite una
representación emocional como vía de conocimiento y
comunica una posición más metafísica que física. El
símbolo se interpreta como modo representacional en el
mito y en lo alegórico procurando comunicar mediante
una historia, un significado. Por un lado el mito se
manifiesta externo a la realidad cotidiana aunque más
profundo de significado; por el otro, la alegoría se
manifiesta próxima a la realidad que racionalmente
construida (y superficial).

      El mito ¿una construcción fantástica, una
fábula? 
      Entre otras consideraciones, Sabsay describe el
funcionamiento de las “formas simbólicas” que
constituyen los modos por los cuales la conciencia
humana transforma el mundo de las representaciones
recibidas en el mundo que es representación del
espíritu humano. De esta manera lo mítico relata una
historia sagrada, un acontecimiento primordial, algo
que tuvo lugar en el comienzo del tiempo, ab-initio.
Dicho relato revela un misterio. Sus personajes no son
seres humanos. O son dioses o héroes civilizadores.
Sus hazañas constituyen misterios que el hombre mal
podría conocer si no fuesen revelados.
      ¿Qué es “decir” un mito? Proclamar lo que
acaeció ab-origine. Una vez “dicho” o “revelado”, el
mito se convierte en verdad apodíctica cimentando la
verdad absoluta y proclamando la aparición de una
nueva “situación” cósmica o de un acontecimiento
primordial. Necesariamente es relato de una
“creación”. Como una ontología no refiere más que
Realidades Sagradas. Lo sagrado es real por
excelencia. Lo mítico participa en el Ser siendo que
lo profano nunca recibe un fundamento ontológico del
mito y por lo mismo carece de modelo ejemplar.
Relacionando mito y religiosidad, se sostiene la
reactualización de los mitos por parte del hombre
religioso como un empeño por vincularse a sus dioses y
participar en el Ser. Este hombre aspira a un ser
contrastado al que encuentra en el plano de su
experiencia profana. El hombre religioso se hace a sí
mismo vinculándose a los modelos divinos, mediante
ritos, recordando los mitos creadores de la condición
humana. Por lo tanto nada muere si se lo recuerda. Lo
mítico configura un sujeto del conocimiento y,
simultáneamente, asume una función reguladora de las
relaciones sociales. De allí lo destacado de su
función cultural. Como creación colectiva, sin
regulaciones racionales, su evolución y transformación
es un trabajo de generaciones.

     En “Pasado - Presente – Futuro” el mismo autor
sugiere que la Latinoamérica mestiza tiene signos y
símbolos propios. Asimismo dimensiones imaginarias,
realidades concretas y subjetivas, un discurso que se
manifiesta en el arte, los monumentos e imágenes
aparte de creaciones, inspiraciones y leyendas. Los
mitos y los fantasmas ancestrales en una mezcla de
razas y de inconscientes, perviven en la cultura
artística de América latina. La búsqueda de la propia
identidad depende de la remoción de los sucesos que
determinaron su historia. La identidad latinoamericana
se manifiesta en el arte y en cualquier otra realidad
espiritual que comprenda elementos aborígenes,
precolombinos, lusitanos, hispanos, negros y de grupos
migratorios. El realismo mágico de los libros sagrados
latinoamericanos y su permanencia en la plástica y la
narrativa mestiza, el reordenamiento del mundo y sus
seres que representan, exponen una totalidad
dialéctica mítico-racional. Como un discurso que a
través del tiempo y constituye un esquema compulsable
en la plástica mestiza del presente latinoamericano.
Dicho realismo mágico no es un recurso lógico ni un
giro a la irracionalidad o lo primitivo. Es un
realismo porque implica lo cotidiano llevado al
límite, a lo exasperante de su equilibrio formal y es
mágico porque actualiza la evasión, el contrapunto y
lo antitético en una síntesis de la existencia;
porque, además, se resuelve entre la vigilia y el
sueño, entre los contrastes de la vida y la muerte, el
ser y la nada. El arte sacro latinoamericano v. g. es
una representación de creencias autóctonas y de fe
cristiana, del juego de la vida y de la muerte. Los
caracteres portugueses y españoles, lógicos e
individualistas, sumados a los elementos indígenas,
mítico y comunitario, producen una mutación cultural a
la cual le integran elementos africanos y de minorías
europeas.
     ¿Qué es el arte mestizo? Un arte de crisis y de
conflicto que implica la tradición y que aspira a
detenerse pero que rompe el equilibrio y continua la
búsqueda de un nuevo signo. ¿La cultura
latinoamericana? Un mestizaje en busca de identidad.
También se considera que, posiblemente, ya exista esa
identidad y que faltaría el desarrollo de su
consciencia. Tanto sea mediante elementos comunes
(pasado) y objetivos comunes (futuro) con una
actividad actualizadora cotidiana (presente). La
integración cultural supone una ampliación de la
consciencia de pertenencia. A más de un “nuevo
contrato” de fronteras que reconstruyan y otorguen un
nuevo significado a su sentido tradicional. Un nuevo
mapa de identidades que reformule las ya conocidas.
Tales fronteras son puntos de unión, no de
separaciones, en la búsqueda de un proyecto en común.
Como unidad y pluralidad el continente debe
comprenderse mediante una visión regional que permita
insertarlo en una flexible cosmovisión conjugando
elementos míticos y racionales, etnias, idiomas y
dialectos, idearios y estéticas con dignidad,
expansión y permeabilidad en convivencia simultánea a
las culturas internacionales. Así percibida y
enmarcada la integración cultural permite el
desarrollo social y económico con una gobernabilidad
política perdurable.

     “En conclusión, Cultura es un trabajo para el
propio espíritu para pulir una materia siempre rebelde
y perfectible, pues en todo ser humano subsiste y
acecha su condición instintiva y salvaje, que puede
encauzarse en alguna forma con el trabajo y sólo con
el trabajo-cultural”. 
mindef.gov.ar/edna/biblioteca/coleccion/21_2001.htm

                           PARÁBOLA

     La invención del “genio” criollo es también el
mito erótico de la sangre. El principio de
diferenciación y jerarquía de la criollez reside en la
frescura de su originalidad, en su juventud y su
promesa de ser. Singularidad que se reconoce en un
estadio estético, romántico aún. En las primeras
andanzas de su existir.
                       EAF/2003
               Geocities.com/eaf_underground



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