Raul yepez on Wed, 5 Nov 2003 00:22:18 +0100 (CET)


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[nettime-lat] Lectura contra big brother


Lectura contra big brother

En la ciudad me siento entre perseguido e invisible.
  Entro al café y me topo con una pantalla de televisor. Mientras espero mi 
turno en la fila del banco, no uno sino hasta dos o más televisiones me 
acechan. Viajo en algún autobús foráneo y me asalta la basura que arrojan 
las pantallas. Viajo en algún avión y encuentro el aeropuerto convertido en 
el ojo invertido de una mosca. En salas de espera, supermercados, bares, en 
la calle misma, la pantalla espera el menor descuido para apoderarse de mi 
vista.

Llego a mi casa y siento que puedo estar fuera de su alcance; pero no, 
alguien tiene prendido el televisor. Puedo evitar verlo, pero de pronto 
llegan las voces del esperpento audiovisual. Mis oídos se deprimen y  yo 
caigo en cuanta que se trata de una de las formas de infelicidad.

Puede ser algo más grave. ¿Qué pasa si la pantalla no sólo no envía imágenes 
para atrapar mi cerebro sino que, como algunos lugares, recoge la mía 
mediante el mecanismo de circuito cerrado para entregarla a unos ojos que 
vigilan, supervisan, diseccionan? ¿No se ha vuelto realidad lo que  George 
Orwell imaginó en su novela 1984? Con frecuencia lo siento, el ojo de Big 
Brother me persigue.

Pero desde hace años, como toda criatura en una situación de riesgo, he 
aprendido una manera de  eludirlo, de egañarlo, de reírme en sus narices, de 
pintarle un víolin a su escalvo y cómplice el homo videns en que nos ha 
convertido la relevisión del que habla Giovanni Sartori. Ese aprendizaje 
consiste en llevar siempre un libro contigo. En el momento en que la 
persecución del Big Brother parece un hecho consumado abro mi libro y por la 
puerta de la lectura escapo a otra atmósfera que me pone a salvo. El 
televisor se retuerce de rabia impotente cuando yo empiezo a producir mis 
propias imagenes, cuando invento historias y creo personajes a partir de 
aquellos

que me brinda la lectura, cuando le quito el poder de imponerme los suyos. 
La Lectura se convierte en un acto político, en un acto de resistencia a la 
pantalla totalitaria del Big Brother. El Entrenamiento perverso y más caro 
del mundo queda reducido a  una apuesta perdida ante la riqueza humana que 
sorbo en cada frase, en cada párrafo. Todos los millones invertidos en los 
episodios chatarra del televisor, en sus comedias que nos dictan cuándo reir 
y cuándo dejar de hacerlo, en sus shows exangües*, en sus películas casi sin 
excepción malas y la mayoría en inglés, en sus nuevas y fantásticas maneras 
de educar bobos, se van al caño frente a mis páginas modestas aparentemente 
inofensivas.

Leer es mi defensa contra la estupidización ambiental que por todas partes 
nos bombea el Big Brother. Pero como todo, la lectura paga un precio. Es el 
precio del aislamiento y la invisibilidad. Nadie me hace en el mundo 
mientras leo. Pago con la misma modena, pero me sentiría mejor si mi 
insularidad y mi condición invisible pudiera conpartirla con otros seres 
insulares e invisibles.

Mientras espero en la fila para pagar e recibo de la luz, leo. Mientras me 
transporto en un autobús urbano o en el metro, leo. Mientras aguardo la 
llegada de alguien donde quiera que sea, leo. Pero en ciertas pausas 
observo. Soy yo el único que lee. Los demás sólo esperan o, si es en un 
lugar donde reina el Big Brother, se dejan engullir por su pantalla.

Lo extraño es que la ausencia de lectores la siento más acentuada en 
Monterrey, la ciudad donde vivo, que en otras ciudades. Me pregunto por qué 
esto es así. Voy a las grandes tiendas en todas expenden libros y veo a los 
consumidores comprar no uno, sino varios. Visito con frecuencia las 
librerías y en todas hay clientes que aquieren libros. Algunos, opr su 
aspecto, quizá cumplen con la máxima personal de Erasmo de Rotterdam: "Si 
tengo dinero, compro libros; si me sobra, compro pan". ¿Qúe pasa entonces? 
¿No México fue declarado hace no mucho por el nuevo régimen “país de 
lectores”  ? ¿Dónde están los del Monterrey metropolitano?,  me digo. ¿Por 
qué no los veo?

Recientemente ,  Nuevo León fue reprobado en una evaluación internacional 
sobre niveles educativos. La mayoría de su población sabe leer y escribir, 
pero en la práctica es mayoría son analfabetas funcionales. El  criterio de 
evaluación aplicado donde nuestro estado quedó en último lugar es de la 
escritura, la  lectura y las matemáticas. A los niños no les enseñamos bien 
estos instrumentos fundamentales de la comprensión y el criterio.Pero la 
respuesta, seguro, debe estar en muchas otras partes. En los planes y 
programas de estudio de todos lo niveles escolares. La lectura y la 
escritura se suspenden abrumadoramente en la mayoría de las carreras.  Hay 
la concepción absurda de que la lectura , como no sea la de los  textos 
escolares, es prescindible. ¿Para que puede servir una novela o un 
poemario?, dicen los tecnócratas de la educación. Hay que responderles sin 
la menor duda:  En la literatura está la inteligencia del mundo, porque en 
ella el lenguaje está empleado para recrear múltiples experiencias humanas y 
culturales con palabras que hacen referencia a los nombres que arropan las 
cosas. Debajo de las palabras palpita el genio incesante de los pueblos, de 
sus modos, de su historia. Y las palabras forman un sedimento lógico e 
imaginativo a la vez. Este sedimento es el que guía a los hombres en sus 
lances, en la necesidad de resolver sus problemas, en sus elecciones y 
decisiones, en su capacidad de imaginar alternativas, circunstancias nuevas, 
otros mundos.

	Solo la lectura sustituye con ventaja la historia de los pueblos condensada 
en su memoria. Hoy que esta memoria es debilitada por las imágenes 
disolventes del Big Brother y sus hermanos menores especializados, como él, 
en la propaganda, la publicidad y el entretenimiento pasivo, la lectura es 
más necesaria que nunca. Los abuelos ya no suelen contar cuentos, cada vez 
son menos los padres y madres que se dan tiempo para conversar con sus 
hijos,  los maestros leen poco y poco es el amor por los libros que pueden 
transmitir a sus alumnos . Lo mismo se puede decir de los bibliotecarios: se 
han convertido en administradores de bibliotecas y cada vez más la figura 
del cisne terrible con la cual el bibliotecario Jorge Luis Borges 
identificaba al lector apasionado se pierde en la bruma. Los libreros, de 
manera muy acusada, en la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de 
Monterrey, no atienden al elemental principio de cualquier vendedor: conocer 
minuciosamente el producto que venden para realizarlo mejor. Venden libros 
como vender detergentes o latas.

	En todo, como siempre, hay excepciones; pero las excepciones no resuelven 
el problema de la regla. En el mundo que vivimos, cada vez estamos más 
pobres, más desesperados, más solitarios, más frágiles, más vacíos. Y es por 
ello que el Big Brother nos convence con mayor facilidad de que su pantalla 
es, si no la solución, por lo menos sí un gran atenuante a nuestra pobreza, 
a nuestra desesperación, a nuestra soledad, a nuestra fragilidad, a nuestro 
vacío . El libro puede no ser ni esa solución ni ese atenuante, pero sí un 
principio de fortalecimiento personal, de brújula, de diálogo con nosotros 
mismos. Y, desde luego, algo que no nos puede dar el Big Brother por más que 
ese sea su publicitado objetivo: placer. Nos da un sustituto de placer muy 
parecido al placebo. La lectura de un relato o de un poema si es placer 
genuino, pues en su interior bullen la pasión y la inteligencia de quien lo 
escribió.

	La Feria Alternativa del Libro es un esfuerzo que me convence 
profundamente, pues sus organizadores, antes que administradores, -no dejan 
de serlo, desde luego, pues de otra manera no se explicaría el creciente 
imán de este evento-, son amantes de los libros. Tienen, por tanto, una 
concepción de la vida y la cultura que no se queda en el evento mismo, que 
lo trasciende porque en ellos anida la idea, de que así como hay una feria 
alternativa del libro puede haber también un mundo alternativo donde pueda 
haber entre los hombres  un diálogo sustancial, en el que prevalezcan las 
ideas sobre el poder, a partir de condiciones de equidad y de dignidad 
compartidas. Es por estas razones que acepté acompañarlos y decir unas 
palabras en la inauguración de la Tercera Feria Alternativa del Libro de 
Monterrey. Mis últimas palabras son de admiración y agradecimiento para 
ellos, y también para todos ustedes por escucharme.

Abraham Nuncio.
Monterrey, Nuevo León.
Octubre 2003.

*Exangües:  adj: Desangrado, falto de sangre./ fig. Sin fuerzas,aniquilado. 
/ fig. Muerto.

Raúl Yépez Serna [Tiburón3]
web.page: www.yepez.blogspot.com

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